Haití y la no feria.

La vi ayer por televisión. Sentada sobre los restos de un muro de piedra que era lo que quedaba de su casa. Por su actitud y su pose podría haber estado sentada igualmente sobre un nido de serpientes: nada le afectaba.

Su cara mostraba claramente el mapa de sus muchos años, y su mirada, perdida en un punto indeterminado, se revelaba indiferente a todo cuanto la rodeaba: ruinas, miseria y muerte por todos lados.

Otro terremoto acababa de destruir su ciudad.

Me quise imaginar a esa mujer siendo alguna vez niña, ojalá no me equivocase. Corriendo ágil, jugando, ¡riendo! ¡siendo alguna vez feliz!

El rostro que nos mostraba las imágenes era el de una persona que hacía mucho, mucho, que no reía. Es lo que tiene haber nacido en Haití. Un lugar que parece olvidado por los humanos…y por los mismísimos dioses.

Uno de los países mas pobres del mundo que suspira cada día porque no le azote una nueva desgracia. Cuando no es un terremoto es un devastador huracán, o un ciclón, o un….

Nunca se ha repuesto de un drama cuando ya está inmerso en otro. La ayuda internacional nunca se hace esperar, pero lamentablemente sirve de poco. Entre lo seguido de las desgracias naturales, que como buitres hambrientos la atacan una y otra vez, el “extravío” continuado de gran parte de los fondos y ayudas que reciben – esa es otra de las grandes desgracias de ese pequeño país: la panda de sinvergüenzas que pululan en las sombras – y lo precario de sus estructuras y de sus servicios, el drama está servido.

Cuando uno ve estas cosas se pregunta lo injusto de la vida según el lugar donde hayas nacido.

Sin lugar a dudas esa señora se cambiaría, sin pensarlo un solo segundo, por estar sentada en el cómodo sillón de mi casa, sin nada más que lamentar la faena que supone estar otro año más sin “feria de agosto”. ¡Qué cosas!

JL Pinto

Haití y la no feria.

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