Autor: Juan Luis Pinto Doblas

Un contrato o nada

Lo que estaba claro que iba a suceder ya ha ocurrido: nuestro Presidente del Gobierno, a punto de pasar a «ex», ha anunciado adelanto electoral. Realmente es lo mejor que podía ocurrir. Lo digo entre otras razones por la salud del hombre ,entre los unos, los otros y los propios, estaba cada día mas desmejorado. Y es que no se puede ir contracorriente cuando estás gobernando pendiendo de un hilo. Pactos les llaman unos, chantaje lo llamo yo. Nada que ver, su aspecto digo, con el que nuestra reina luce estos días en su visita a Marruecos: figura, finura y elegancia a raudales. Dicen que ha recuperado de su armario el vestido de pedida que lució hace quince años ¡Qué barbaridad! Es que el tiempo no pasa por ella. Perdón, me reconduzco. Es que la noticia, aparecida en numerosos medios, me ha parecido de gran relevancia, de primer orden…

¿Y ahora qué? Otra vez a oír las promesas electorales, originales unas veces, añejas otras y casposas de nuevo cuño, durante todo el tiempo que dure la campaña de las disputas. Porque en eso es en lo que se ha convertido el patio electoral español, en un campo de batalla con sus heridos y sus cadáveres (políticos, claro). Y al final casi nunca quedan vencedores sino, como en cualquier guerra que se precie, solo supervivientes. El día de la victoria todo el mundo estará exultante, y al día siguiente todo volverá a ser como siempre: promesas que comienzan a quedarse en el camino cuando todavía sobrevuelan los papelillos y confetis lanzados en las celebraciones de la denominada noche más larga.

Esta vez, cuando vaya a ejercer mi derecho y deber de votar voy a hacerlo a aquel partido que tenga las narices de presentar un modelo contrato en el que se comprometa a cumplir todas las promesas que vayan desgranando en mítines y discursos que suelen hacer casi siempre ante forofos enloquecidos, comprometidos con todo lo que aparezca en sus fantasiosos y a casi siempre engordados programas electorales.

Y es que uno ya tiene unos años, ha votado muchísimas veces y está harto, pero harto, de  que se le tome el pelo elecciones tras elecciones. Si no hay contrato, no hay voto.

JL Pinto

Busco un nombre

Anoche, después de una larguísima jornada de televisión, de radio, de prensa y de todo aquello que pudiera darme cualquier información al minuto, que digo, al segundo, sobre la evolución del 1 de octubre en Cataluña, me refresqué la cara por enésima vez a lo largo del día y vi me rostro reflejado en el espejo. “Madre, que cara” –pensé- .

No sé por qué, intuyo que esa cara es la que se nos ha quedado a muchísimos españoles, de España, incluida todavía Cataluña, al ver como transcurrían las horas y como se iba representando, escena a escena, el teatrillo que los independentistas, con astucia y total falta de escrúpulos , nos tenían preparado: función gratis para millones de espectadores, en una única y genuina representación independentista, con una duración de más de catorce horas, o más, que eso dependía del nivel de frustración de cada uno.

Que me perdonen nuestros políticos patrios, pero nos están ganando la partida de calle. Por supuesto que jugando con cartas marcadas, que digo, con cartas cuya baraja solo ellos conocen, pero baraja que hemos dejado que la fabriquen ante nuestros ojos.

Ignoro si tenemos algún espacio para la reacción, pero ahora, no ya solo por los catalanes españolistas, si no por todos los españoles, sí necesitamos una reacción inmediata ante el enorme fracaso de nuestra gestión. No había que tener tres masters en política internacional, ni ser politólogo, para darse uno cuenta la estrategia que tenía preparada este grupo de políticos catalanes antisistema, contando además con un factor determinante: el resentido pueblo catalán.

Ellos no tienen la culpa, en absoluto. Han sido llevados hasta ese escenario por unos políticos a los que les hemos ido horadando el camino para concluir en el escabroso y gris día de ayer.

Han sido muchos años de mirar para otro lado. Y para poner la guinda, la foto de cara al exterior – una parte más de todo este teatro de función interminable- ahí estaban nuestras fuerzas del orden, aguantando estoicamente los nervios, hasta que estos, los nervios, se rompieron y comenzaron las- previsibles cargas. Por muy poco aguantan y les fastidiamos el reportaje a los independentistas. ¿O es que alguien dudaba que antes o después, por un motivo o por otro, no íbamos a ver esas escenas? O es que nadie esperaba que por la noche hubiesen algaradas y más cargas policiales? ¿Y las hubo? Nooo. ¿Por qué? Intuyo porque ya no era necesario. Con el material recogido – como si de un reportaje de National Geographic se tratase- era suficiente.

Y en medio de tanto jaleo, ahí estaban los Mossos de escuadra – llamadme tiquismiquis, pero nunca me ha gustado ese nombre – a quienes les recuerdo que su sueldo les pagamos entre todos, jugando a ser  “coleguitas” de sus vecinos llegando incluso a enfrentarse a la guardia civil y la policía nacional con tal de quedar ante sus paisanos como una fuerza de orden mesurada. Todo según el guion establecido.  Esa Guardia Civil  y Policía Nacional, a la que despedíamos en muchísimas ciudades, cuando salían camino de Cataluña, con los canticos de “A por ellos Oe”, como si de una competición se tratase.

Quizás era eso, y debíamos traernos alguna medalla a casa. Pero me temo que no hay medalla. Lo que hay es un desconcierto enorme en todo el país y una sensación de impotencia al ver como un puñado de políticos, apenas conocidos hace un cuarto de hora, van a lograr ponernos a todos de los nervios, si es que ya no lo estamos. Y esta mañana me he vuelto a mirar en el espejo y ahí continúa esa cara que no sé cómo denominarla. 

J.L. Pinto 

 

No es un truco, es un trato

Me van ustedes a perdonar pero a uno le resulta algo paradójico la fiebre Halloween, (Víspera de todos los Santos), que como una epidemia imparable ya se ha instalado, para quedarse para siempre, en nuestro país. Tanta invasión de lo anglosajón ya me empacha, aunque esta fiesta, procedente de Estados Unidos, es realmente de origen europeo. Y ahí, uno pliega velas y saca pecho por lo suyo: vale, si es nuestro – Europa- , -dicen que de tiempos de los celtas-, se admite pulpo como animal de compañía. Que sí, que vale, que me han convencido. Pero mejor me centro que si no me voy por los cerros de la vecina Úbeda. 

Desde luego, si esta celebración ha alcanzado niveles de otras festividades como la de San Juan – o casi –, o de cualquier fiesta local de relevancia, es por la implicación que  desde dentro de la escuela está teniendo  a modo de divertida complicidad. Y es que eso de disfrazarnos siempre nos ha molado a pequeños y mayores. Desde siempre, antes de saber que existiese Halloween. Y si es para dar miedo, o al menos intentarlo, tanto mejor.

Dado que somos muy dados a asumir como propia las celebraciones de otros – bienvenida la apertura de nuevas culturas y costumbres – que digo yo que por qué no tomamos como nuestra la festividad de San Jordi, de nuestra hermana –hermanastra según otros- Cataluña, y adoptamos la sana costumbre, aunque sea un solo día al año, de regalarnos una flor y un libro. Y si no queremos molestar a las bellas y reposadas flores, lo dejamos solo en el libro. La lectura de un libro dura más que lo efímero de Halloween y también nos lleva a otros mundos.  
Prometo convertirme en un defensor a ultranza de Halloween, incluso a disfrazarme, si a cambio comenzamos a ahorrar para comprar el próximo libro.

Lo que propongo no es un truco, es un trato.

 JL Pinto

La vida sigue

Resultado de imagen de mapa de francia con luto

Se llamaba Arnaud Bertrame y no cumplirá nunca los 45 años. Yo no le conocía de nada, pero ahora lo siento como si fuese de mi familia. Siempre he creído en las personas, y cuando era pequeño en los héroes. Después todo eso quedó en la extraviada memoria de la infancia. Hoy vuelvo a creer en ellos.

Esta madrugada,más o menos a las seis, hora francesa, hora española, hora triste para el mundo entero – el mundo decente al menos – , falleció este teniente coronel de la gendarmería francesa que ayer se ofreció como rehén para liberar a los que – una vez más –un loco extremista tenía retenidos desde hacía horas. Todas las vidas que se pierden son un desastre, un drama, pero cuando se producen bajo estas circunstancias, la consternación nos invade, al menos a mi ¡Es que si eres policía ese riesgo va con el sueldo! No, ese riesgo va en las narices, en el coraje, con la verdadera vocación de las personas.

La situación era límite y aquello no era una película de Denzel Washington, no, era la triste, cruel y dura realidad, y el hecho de llevar además un teléfono abierto, algo que fue determinante para poder acabar con la pesadilla, seguramente le ha costado la vida. Con el sueldo no va entregarte para que, seguramente, te acaben descerrajando tres o cuatro disparos, como ha ocurrido en esta ocasión. El buenismo y el colegueo con desenlace de “¡enga, dame un abrazo y no lo hagas mas!”, eso solo queda para el celuloide. La vida es esto: un fulano que no duda en llevarte por delante en nombre de un dios.

Me viene a la memoria, por cercano en el tiempo, nuestro paisano, Ignacio Echevarría, aquel gallego de 39 años que no dudó en enfrentarse a los terroristas en el atentado de junio del año pasado en Londres. También lo pagó con su vida. Seguramente no lo recuerdan. Es normal. La vida sigue.

Su familia no lo olvidará nunca. Es normal, la vida intenta detenerse en estos casos. Pero no, al final sigue. Menos mal, si no sería el infierno.

Ayer Louis Hamilton ganó la primera pole del año. Comienza la F1. La vida sigue.

 

J.L. Pinto

Los niños vienen de Paris, las leyes guays de Alemania

¡Cuánto tiempo sin comentar nada sobre el proceso catalán! ¿No me echaban de menos? La verdad es que lo había dejado por puro aburrimiento. Desde el mismo momento en que lo intelectual dio paso a una especie de desafío para ver quien decía el desatino más grande decidí dejar de aburrirles. Todo enquistado. Nada nuevo bajo el sol.

Ahora, después del forzado, pero legítimo cambio de gobierno en España, – hemos recuperado un magnifico registrador de la propiedad- , parece que las aguas vuelven a removerse. Dicen que es parte del precio que el nuevo presidente va a tener que pagar por el apoyo a su moción de censura por parte de las fuerzas independentistas. Servidor, sin riesgo ya a padecer nauseas, se lo cree. Tengo más que claro que todo vale para obtener el poder –véanse las aguas enfangadas en las primarias en el Partido Popular- . Todo. Pero este es un tema para otra ocasión.

No perdamos la perspectiva y centrémonos en el caso del señor Puigdemont. Que resulta que los jueces del lander alemán Schleswig Holstein, han aceptado la orden de extradición cursada por el gobierno español – precisamente ahora y no antes –, pero corrigen nuestra demanda y dictaminan que sí a la posible malversación y desfalco de fondos públicos, necesarios para hacer el ilegal referéndum catalán, pero no aceptan que se haga por rebelión. ¿En que se basan para alcanzar esta conclusión los señores jueces alemanes? Pues en que durante  aquellos revoltosos días de octubre pasado “no hubo batallas campales ni incendios, ni saqueos. No hizo falta emplear cañones de agua ni gas lacrimógeno ni tampoco se hizo uso de  las armas reglamentarias…”, y se fuman un puro.  O sea, que si no me llevo la pasta durante un hipotético atraco, es que soy un patoso de narices, pero no un ladrón. Y claro, está el señor Puigdemont y resto de tropa anti España exultantes. Sssh, oigan, que los alemanes dicen que nones y si lo dicen los alemanes… argumentan ahora los señores del proces. Y nuestro presidente que va y dice que sí, que de acuerdo, que lo importante es que lo juzguen nuestros jueces, aunque solo sea por no retirar las cacas del perrito. ¡Venga ya! Con los meses de cabreos y sobresaltos que nos hemos llevado. Menos mal que, nuestros jueces, especialmente el juez Llarena, apoyado por los fiscales, no cede ante sus colegas alemanes y no va a aceptar la extradición  en esos términos. ¿Qué se han creído estos alemanes?

Por razones de tradición aceptamos que los niños vengan de Paris, minipunto para los vecinos pirenaicos, pero de ahí a aceptar que ,porque lo digan los alemanes, tenemos que rectificar nuestra demanda o incluso nuestras leyes va un trecho. Minipunto para Llarena.

Y don Pedro que tome buena nota. Continuará.

Jl Pinto

…999 y 1.000

 

¡Que trabajo me ha costado! Que digo el trabajo que me ha costado contar hasta mil antes de ponerme a escribir sobre este espinoso asunto. Asunto que se ha convertido en polémica y que,  por cierto, menuda paradoja, ha conseguido unirnos a los españoles tanto como cuando ganamos el Mundial de fútbol. Entonces todos fuimos “la roja”.

Sí, lo han intuido, me refiero a la movida independentista del pasado sábado en Cataluña. ¿O era una manifestación contra el terrorismo y para homenajear a las víctimas?

Se dieron tantos esperpentos a la vez que aún me sonrojo solo con recordarlo.  Al margen del orden establecido en la colocación de los distintos participantes en la manifestación/homenaje  – alguien tendrá que explicar a nuestros nietos por qué las máximas autoridades del estado, el Rey y el presidente del Gobierno, no marchaban a la cabeza de la manifestación, como sí ha sucedido en actos similares, tanto en España como en otros países-, aquello era toda una reivindicación independentista.

La verdad es que no me esperaba otra cosa. Pandilla de impresentables. No me extrañó lo más mínimo el abucheo continuado que tuvo que soportar nuestro Rey. Pero me dolió, vaya si me dolió. No soy especialmente monárquico, pero sí educado y respetuoso con los símbolos de mi país, y es el Rey, junto con nuestra bandera, los máximos que tenemos. Y, les guste o no, hay que respetarlos.

Pero esos indeseables oportunistas y carroñeros del sábado no lo hicieron así. Y tuvimos que tragarnos el resto de España, los que seguimos con congoja el sentimiento de la manifestación, como en lugar de honrar a los asesinados, se culpaba de ello al estado español y a sus dirigentes. Insultándonos a través de nuestros máximos representantes. 

Creo que va siendo hora de que se acaben la contemplaciones con tanto gañan que quiere hacer suyo un territorio y una cultura que nos pertenece a todos.  Esos que hace un cuarto de hora no conocíamos nadie y que ahora  enarbolan el sentimiento patrio-catalán más poderoso que el del mismísimo honorable Tarradellas. Y ahora que he nombrado al “Honorable”, con él comenzó todo. Es decir, desde que se instauró la democracia, todos los presidentes de la comunicad catalana, sin excepción alguna, han sacado provecho de sus votos para sacar tajada del melón nacional chantajeando (para mí no era negociar)  al presidente del gobierno de turno. A todos. Desde Adolfo Suarez, pasando por Felipe Gonzalez, Jose Maria Aznar, Jose L Rodriguez Zapatero y Mariano Rajoy, han clavado rodilla en tierra, firmando pactos y acuerdos, en muchas ocasiones abusivos, con tal de salvar su/nuestra  propia política.

Alguien tendría que haber sabido decir que NO. Y, claro, de aquellos barros, ahora, estos lodos. Tarradellas, Pujol, Maragall, Montilla, Mas y Puigdemont, todos ellos, menos quizás este último porque se lo ha encontrado todo hecho, han jugado una partida de cartas siempre con las barajas marcadas, pero siendo todos los jugadores conocedores de cómo se iba a desenvolver la jugada. No nos llamemos a engaño.

Tengo familia directa en Cataluña – no vaya a nadie a pensar que hablo gratuitamente- y algunos amigos, y muchos conocidos, y siempre me ha dado la sensación que ellos, con razón o no (yo creo sinceramente que sin ella) se consideran superiores al resto de los mortales españoles. Aunque hay que reconocer que al menos políticamente han sido mucho más astutos que nuestros gobernantes. Y así nos luce el pelo ahora.

El cuerpo me pide realizar otras reflexiones menos “correctas”, pero, por respeto, y por la calentura que me invade mejor callo…1001, 1002, 1003… 

 

JL Pinto 

 

Pobre perro

Me van a perdonar ustedes, pero estoy de una mala idea, de una frustración, que me caigo. Sí, es Sábado de Gloria, pero eso poco importa a los que debería afectar lo que voy a narrar. A ver si logro remover alguna conciencia ¿El motivo? Pues muy sencillo: las personas, los perros…los animales.

Me contaba ayer un amigo que su hijo ha adoptado un perro – de esos que recogen abandonados- en un gesto de misericordia humana y de paso para contentar a sus hijos.

La acción tiene por lo tanto una doble vertiente pedagógica. Por una parte la enseñarles a amar a los animales y por la otra no importar la procedencia si lo que falta es amor. Pero resulta que los vecinos de este hombre le han manifestado sus quejas porque cuando se marchan de casa el animal no para de llorar. Así todo el rato. Hasta un educador de perros ha venido a tratar el caso y aunque andan muy avanzados ya con su resolución, lo importante es que encontraron muy pronto la raíz del problema: el perro fue abandonado cuando era un cachorrito y pasó días llorando. Ahora, aunque es muy feliz – dicen que anda todo el día moviendo la cola – cuando sus nuevos dueños salen de casa, inevitablemente recuerda su abandono y su pequeño corazón de perrito se rompe. Que pena da, pero al menos ya se le ha encontrado solución.

Y ahora, a partir de este punto procuraré tener templanza.

¿Cómo es posible que continúe en aumento el número de ancianos abandonados por sus familias en los hospitales? La manera de hacerlo siempre es la misma. Una persona mayor ingresa en un hospital con una dolencia más o menos grave y a los pocos días los sanitarios comienzan a temerse lo peor. Los familiares dejan de visitarle o lo hacen muy poco hasta que sencillamente dejar de acudir.

Estas personas más pronto que tarde descubren que, efectivamente han sido abandonados y la pena que comienzan a sentir no tiene solución. De hecho muchos de ellos mueren de tristeza. No sé en qué clase de sociedad nos estamos convirtiendo, pero todo lo que nos pase es poco. Una enfermera anónima de un hospital del archipiélago canario – pero que es trasladable lamentablemente a muchos puntos de nuestro país – denunciaba en un medio de comunicación el caso de un hombre de 87 años que lleva ingresado hace meses y que no se explica por qué su familia no le visita. Dice que ha estado toda la vida trabajando, que tiene casa propia…que no molesta a nadie. Y llora. Todo el día llora. Como el perrito de mi amigo. Maldita sea. Animales.

JL. Pinto  

Bendita nostalgia

… quisiera hacer una bella canción…Milagro tecnológico contemporáneo que ha logrado que esta mañana de los “inocentes” me envuelva un halo de nostalgia, de recuerdos que pensaba intemporales , que ahora traslado , a través de la música, hasta los años sesenta , y que he querido traer hasta esta página. Y ahí continua, Spotify, ahora con Concha Velasco…quince años tiene mi amor… Bendita década de los sesenta.

¿La recordáis? ¡Cuántas cosas interesantes ocurrieron en el mundo! Y nosotros en España con aquellos pelos. Después de décadas de oscuridad comenzaba a asomar “un rayo de sol”, que, aunque la popular canción de Los Diablos, atribuía al amor a una moza, a mí siempre me ha dado que tenía ciertas connotaciones políticas. O no.

La canción fue todo un éxito, y mientras la tengo, ahora mismo, sonando en mi reproductor, recuerdo que en esa década, que para nosotros, en España, comenzaba a ser la salida del oscurantismo, en el mundo sucedían cosas tan importantes como la construcción del Muro de Berlin – no solo ahora se construyen muros, aunque los de ahora por otros motivos, sobre todo por egoísmo-, o  el movimiento  hippie del amor y no a la guerra que comenzó en Estados Unidos y luego se extendió por todo el planeta.

Aquí apenas nos rozó. En mi barrio a lo más que se llegó era a ver a los más modernos con pantalones de grandes campanas y camisas de flores, cantando en ingles el Black is Black de Los Bravos. Pero de ahí no se pasaba. Ni LSD, ni amor libre, ni leches. Cualquiera se pasaba con la novia…Aunque comenzábamos a tener nuestros rebeldes, que uno, aunque pequeño, tenía oído y conocimientos suficientes para escuchar a la vecina reñir a su hija por enésima vez y recordarle que…a las diez en casa.

Bendita década de los sesenta. La crisis de los Misiles; el asesinato de John Fitzgerald Kennedy o el sueño de Martín Luther King, sueño que aún continúa. Aunque en Estados Unidos se ha avanzado muchísimo en este terreno, todavía continuamos como aquel baile de moda en los sesenta: la yenca. Adelante y atrás…un, dos, tres. Los negros de alguna manera, me da a mí, que tendrán que currárselo siempre. Andando, o corriendo, o en patera…pero currárselo de lo lindo. O eso o ser capaz de meter canastas de tres inverosímiles, o marcar goles increíbles. O tener la suerte de nacer en un hogar millonario y aprender a conducir como nadie y acabar siendo tres veces, o más, campeón del mundo de fórmula uno. La yenca, menudo baile revolucionario. 

El primer vuelo, supersónico, del Concorde, todo un emblema de la década. En España no hacíamos aviones supersónicos, pero ya teníamos televisión y emigrantes. Muchos emigrantes. Como ahora, pero con menos cultura. Hemos cambiado los callos en las manos por los master y títulos universitarios. Algo es algo.  Al menos ahora somos pobres con cultura, que no deja de ser una de las más grandes riquezas, la cultura digo.

Me alegra que esta mañana haya comenzado con Marisol…tengo millares de estrellas y tengo la luna y el sol… estando contigo, contigo me siento feliz…. Pues eso, que me siento feliz. De haber vivido, ya con algo de uso de razón, esa década; de tener la suerte de poder contarlo con una determinada dosis de optimismo y de salud. De querer más, mucha más.

De las siguientes décadas trataré otro día, cuando Spotify me vuelva  a despertar esos sueños dormidos.

¡Ay! ¡Qué bien lo que suena ahora! …en la fiesta de Blas, en las fiesta de Blas… 

JL Pinto  

La efimera ilusión

(Sirva este articulo como retractación y solicitud de disculpas por mi parte por el contenido de mi artículo “El otro campeón del mundo”.)

Hace unos días se publicó en diferentes medios una carta escrita por el seleccionador de fútbol de Croacia Zlatko Dalic, de la que me hice eco de manera inmediata, en la que criticaba duramente a las instituciones de su país, especialmente a la clase política y les pedía que no utilizasen a la selección para sus fines partidistas. Al mismo tiempo comunicaba que dada la situación por la que atraviesa el país, destinaban los 23 millones de euros ganados por haber conseguido el subcampeonato del mundo, a una fundación para niños croatas. Servidor, poco acostumbrado a leer noticias de este tipo, se cargó de renovada ilusión en el género humano y me pareció una magnífica oportunidad para difundir tan solidario y poco habitual mensaje.

Pero la ilusión me duró más bien poco ya que a los dos días de publicar mi artículo, y ante el revuelo internacional, y dentro de la propia Croacia, que había levantado la mencionada carta, pronto se descubrió que no era cierto que la hubiese escrito el señor Dalic, ni por supuesto nada de la donación a los niños. Me avisó mi amigo Bernardo que está siempre al tanto de lo que se cuece – gracias Bernardo por estar siempre ahí- , y ante la frustración de la realidad, decidí que debía aclarar lo sucedido.

Que resulta que en realidad la carta la escribió un tal Igor Premuzic, cuya intención no era otra que crear un universo paralelo, remover conciencias y de paso generar polémica. Y lo ha conseguido.

Cuando sucede algo así a uno se le quedan las manos paralizadas y la mente temblando de rabia. No, al revés.

Pero a parte de escribir esta nota pidiendo disculpas, algo que se hace indispensable en este caso, lo sucedido debe servirnos a todos, a mí como narrador y a ustedes como leales lectores, para comprobar lo efímera que puede llegar a ser una ilusión, sobre todo cuando, como en esta ocasión, parte de una falsedad, por muy loable que sea la intención de la noticia.

Amigo Igor, me has hecho la puñeta, pero al menos me ha servido para reafirmarme en mis ilusiones infantiles, esas que nunca me fallaron: el ratón Pérez y los Reyes Magos. Y ahí continúan.

Mis disculpas.

JL Pinto

El interés de lo español

Con la que nos está cayendo y no gana uno para sofocones. Perdonen ustedes mi entrada un poco atropellada, pero ya van sabiendo como soy, y  hay cosas que claman al cielo hasta el punto que todos los que lo habitan – al cielo me refiero- están de nosotros, los españoles, hasta donde acaba el Paraíso de tanto clamor desmedido.

Que no puede ser. Que uno hace sus planes y en un momento todo se va al traste. Resulta que tenía pensado arreglar cuatros cosillas de la casa y darle uno sorpresa a mi mujer en un viaje con unos dinerillos, poca cosa, que he ido guardando. Pues nada, que no va a poder ser. ¿Que por qué? ¡Ah! ¿pero no lo saben? Ahí voy: resulta que cada español tenemos una deuda contraída de 25.000 euros. ¿No me creen? Pues es tan verdad como que hay día y noche. Resulta que nos gastamos cada día, CADA DÍA, 90 millones de euros en intereses de la deuda pública. ¿A que se les ha quedado cara de » pero Juan Luis que me estas contando»? Todos los días. Que amanece, 90 millones. Que vuelve a amanecer, otros 90 millones. Así hasta la noche de las doce uvas.

Vamos a ver. Que nos cuentan que este año 2018, la deuda pública de nuestro país alcanzará los 37.000 millones de euros, euro arriba o euro abajo (ya me están empezando los sudores fríos). Sssh, todos quietos y quietas (en los dos géneros que después me afean la conducta), que ahora viene lo bueno. De esos 37.000 millones de euros, el 89.5%, o sea, 33.115 millones, son de INTERESES. Toma del bote boxeador – léase: chupa del frasco Carrasco -.  ¿Quién dice que los españoles somos unos pasotas? ¿Eh? Es eso tener interés o no es eso interés? Pues ¿saben los que les digo? Que tendremos mucho interés pero aprender no aprendemos nada. Y el resto hasta los 37.000 millones, es el aumento real de la deuda anual. Para hacer pis y que no caiga ni gota.

Y claro, si se hacen las cuentas, pues eso, que resulta que cabemos a 25.000 euros por cabeza. Ya, ya, que eso es un «poner», que realmente no tenemos que pagarlo. Pues ya me contaran ustedes quien lo va a pagar. Servidor, por si acaso de arreglillos nada,  y de viaje todavía menos. Me tendré que conformar con unos «pedritos» en la Campana. Sin tapa ni nada.

Dios, la que está cayendo.

JL Pinto

 

 

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