Busco un nombre

Anoche, después de una larguísima jornada de televisión, de radio, de prensa y de todo aquello que pudiera darme cualquier información al minuto, que digo, al segundo, sobre la evolución del 1 de octubre en Cataluña, me refresqué la cara por enésima vez a lo largo del día y vi me rostro reflejado en el espejo. “Madre, que cara” –pensé- .

No sé por qué, intuyo que esa cara es la que se nos ha quedado a muchísimos españoles, de España, incluida todavía Cataluña, al ver como transcurrían las horas y como se iba representando, escena a escena, el teatrillo que los independentistas, con astucia y total falta de escrúpulos , nos tenían preparado: función gratis para millones de espectadores, en una única y genuina representación independentista, con una duración de más de catorce horas, o más, que eso dependía del nivel de frustración de cada uno.

Que me perdonen nuestros políticos patrios, pero nos están ganando la partida de calle. Por supuesto que jugando con cartas marcadas, que digo, con cartas cuya baraja solo ellos conocen, pero baraja que hemos dejado que la fabriquen ante nuestros ojos.

Ignoro si tenemos algún espacio para la reacción, pero ahora, no ya solo por los catalanes españolistas, si no por todos los españoles, sí necesitamos una reacción inmediata ante el enorme fracaso de nuestra gestión. No había que tener tres masters en política internacional, ni ser politólogo, para darse uno cuenta la estrategia que tenía preparada este grupo de políticos catalanes antisistema, contando además con un factor determinante: el resentido pueblo catalán.

Ellos no tienen la culpa, en absoluto. Han sido llevados hasta ese escenario por unos políticos a los que les hemos ido horadando el camino para concluir en el escabroso y gris día de ayer.

Han sido muchos años de mirar para otro lado. Y para poner la guinda, la foto de cara al exterior – una parte más de todo este teatro de función interminable- ahí estaban nuestras fuerzas del orden, aguantando estoicamente los nervios, hasta que estos, los nervios, se rompieron y comenzaron las- previsibles cargas. Por muy poco aguantan y les fastidiamos el reportaje a los independentistas. ¿O es que alguien dudaba que antes o después, por un motivo o por otro, no íbamos a ver esas escenas? O es que nadie esperaba que por la noche hubiesen algaradas y más cargas policiales? ¿Y las hubo? Nooo. ¿Por qué? Intuyo porque ya no era necesario. Con el material recogido – como si de un reportaje de National Geographic se tratase- era suficiente.

Y en medio de tanto jaleo, ahí estaban los Mossos de escuadra – llamadme tiquismiquis, pero nunca me ha gustado ese nombre – a quienes les recuerdo que su sueldo les pagamos entre todos, jugando a ser  “coleguitas” de sus vecinos llegando incluso a enfrentarse a la guardia civil y la policía nacional con tal de quedar ante sus paisanos como una fuerza de orden mesurada. Todo según el guion establecido.  Esa Guardia Civil  y Policía Nacional, a la que despedíamos en muchísimas ciudades, cuando salían camino de Cataluña, con los canticos de “A por ellos Oe”, como si de una competición se tratase.

Quizás era eso, y debíamos traernos alguna medalla a casa. Pero me temo que no hay medalla. Lo que hay es un desconcierto enorme en todo el país y una sensación de impotencia al ver como un puñado de políticos, apenas conocidos hace un cuarto de hora, van a lograr ponernos a todos de los nervios, si es que ya no lo estamos. Y esta mañana me he vuelto a mirar en el espejo y ahí continúa esa cara que no sé cómo denominarla. 

J.L. Pinto 

 

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