Un lugar entrañable

Existe en el salón de casa la clásica mesa baja, junto a un cómodo sofá, destinada básicamente a ser depositaria de revistas, alguna fotografía enmarcada, mandos para el manejo de la tele, y elementos por el estilo. Nada fuera de lo común. Tiene a ambos extremos unos cajones donde guardaba posa vasos – para cuando surge tomar una copa circunstancial, pocas veces, la verdad – , revistas atrasadas que a uno le da reparo tirar porque están nuevas, y poco más.

Como se puede observar he utilizado el verbo en pasado: guardaba, y lo he hecho así porque ya no, ya son otras cosas mucho más interesantes las que ocupan esos cajones,y por ende, casi siempre, la propia mesa.

Hace tres años llegó una criatura, una niña despierta y preciosa llamada Akane, hoy tiene ya tres años, y hace poco menos de un año, Erik, su hermano, que tampoco se queda atrás. Dos criaturas extraordinarias que se han adueñado de mi corazón, bueno de los corazones de todos los miembros de la familia, y por ende, de la mesa y sus cajones.

Apoyándose en ella aprendió a ponerse en pie Akane y ya lo hace también con gran habilidad su hermano.

Sobre ella juegan a mil aventuras que imaginan con las decenas de juguetes y cuentos de todo tipo que ocupan ahora sus cajones.

Esta mañana me he encontrado encima de la mesa una de los perros de la “patrulla canina”. Creo que Skye se llama,- la verdad es que no estoy muy seguro-, es el que vuela. Pensé que se había quedado olvidado a la hora de recogerlos, pero después me he fijado bien y el motivo era otro: había escapado de la apretura del cajón para salir a rescatar a Nemo, que andaba caído en el suelo, por el otro lado de la mesa.

He recogido a ambos y los he depositado, no sin poder reprimir una sonrisa, en el interior de su nuevo hogar: los cajones de la mesa del salón. ¿Habrá lugar más entrañable?

JL Pinto

Un lugar entrañable

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