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Ustedes no son señorías

Responde el diccionario de la RAE, cuando se le pregunta por la definición de la palabra “señorío”, que es “ la dignidad de señor; la gravedad y mesura en el porte y en las acciones”, o también “dominio y libertad de obrar sujetando las pasiones a la razón”.

Y uno observa con estupor como nuestros parlamentarios se denominan entre sí “señorías”, pero sin embargo con cada vez más frecuencia dejan de actuar como tales.

A ellos y ellas me dirijo.

Ustedes no tienen el menor pudor en insultarse,mentirse, menos preciarse u odiarse, eso sí, sin olvidar de llamarse previamente, “señoría”.

Ustedes son expertos en decir medias verdades, cuando no mentiras directamente, sin pestañear y llevar su corporativismo partidista, cada uno el del suyo, hasta llegar a lo irrazonable.

Ustedes derraman en muchas ocasiones odio, sí odio, logrando tensionar a una sociedad que los observa con estupefacción y a la que, en muchos casos, terminan peligrosamente por contagiar.

Ustedes se olvidan continuamente que están ahí para proteger, servir y defender a una sociedad que les da su sitio. Siempre.

Ustedes rebajan la política al grado de “barriobajeo”, para después salir estupendos en esas fantásticas fotos, rodeados habitualmente de palmeros de ocasión.

Ustedes son los culpables de que cada vez menos personas, muchos de ellos muy jóvenes – lo cuál no deja de ser un peligro para cualquier país– dejen de creer en las instituciones, esas por la que lucharon, y en muchos casos murieron, nuestros antepasados.

Por todo lo expuesto, ustedes, perdonen que se los diga, no son “señorías”.

JL Pinto

Caminito

Sentada en la vieja butaca, asomada al mundo mínimo, rectangular y reducido que le regala la ventana, despeja una lágrima traicionera de sus ojos mientras oye a Carlos Gardel, “Caminito”, ese es el título de la copla que interpreta el inolvidable cantante. Pero no es por ese cantar, que le devuelve al recuerdo dormido de los tiempos, por lo que se desborda el lago cristalino de sus ojos, no, es por la errónea cábala de una mala cabeza , la suya. Cosas de la juventud. Aunque a veces piense que en realidad nunca fue joven, sobre a todo a partir aquella maldita decisión. Eran otros tiempos, claro que lo eran, y él, sin futuro, sin oficio ni beneficio… una mano delante y otra detrás. Eso sí, amor, mucho amor, pero del amor no se come. Bastante necesidad había pasado ya desde que tuvo uso de razón. Y le dijo que lo sentía, pero que no era esa la vida que soñaba. Lo dejó, lo echó. La vida también está llena de sueños, de regalos. Eso es lo que ella quería.

Y el destino, que tiene a veces sed de venganza, la tomó con ella. Una vida triste y solitaria fue lo que le regaló. Y nunca más volvió a sonreír en su vida. “Caminito que el tiempo ha borrado, que juntos un día nos viste pasar…desde que se fue, triste vivo yo…”, que belleza y crueldad la letra de esa canción.

JL Pinto

La ejemplaridad comienza por abajo

Leo con estupor y cierta dosis de decepción, la condena a una alumna de la Universidad Autónoma de Madrid por manipular un examen. En el futuro va a ser médica. Esperemos que corrija el error y finalmente lo consiga, y de manera legal.

Ha hecho trampas; ha sido “pillada”; ha insistido en el fraude manteniendo una versión que por lo que se ve no se sostenía, y ante tanta insistencia, al final la pena a pagar es ejemplar: ocho meses de prisión y 1.440 euros de multa.

“Entonces si me llegan a pillar con las chuletas – que ni en una carnicería – en aquel examen imposible de latín…En fin, aparco mis reflexiones”.

Bien, que tomen nota aquellas o aquellos que, ante un momento de frustración o debilidad, intenten hacer algo parecido. A la vista queda que la culpa a expiar es elevada. Desconozco si además la pena lleva acarreada alguna mancha imborrable en su expediente académico. El otro, el social, ya lo tiene de por vida.

Pero una vez analizado el caso, a servidor se le viene a la cabeza la cantidad de trampas que se les han detectado a determinados políticos – másteres y otras titulaciones falsificadas, cuando no sospechosamente obtenidas o sencillamente sin terminar, alegando cuando son vergonzosamente descubiertos, «simples errores” curriculares» – , y no recuerdo que hayan sido condenados con la cárcel. A lo más que hemos llegado es a presenciar un aluvión de reprobaciones ( lógicas por otra parte), amenazas e insultos, a los que, lamentablemente, nos tienen ya acostumbrados, para luego, después de tanto rasgado de vestiduras, – que a uno le recuerda el teatro al que tanto ama, pero en el caso de sus señorías impostado y muy mal interpretado –, todo volver a la normalidad. Y ahí continúan alguno que otro, u otra, “sirviendo” a los ciudadanos con la pulcritud y la limpieza que se les supone inherente al cargo.

Está bien eso de comenzar dando ejemplo desde la base. No se pueden consentir determinados comportamientos, pero lo más sonrojante, lo que más incredulidad me provoca, son aquellos otros actos ,verdaderamente criminales, que nunca se condenan. La ley de la proporcionalidad creo que, en este caso, ha sido brutalmente obviada.

«Peppa Pig» en la Semana Santa

Nuestra Semana Santa nos presenta escenas absolutamente insólitas, algunas de ellas cargadas de verdadero simbolismo, al menos desde mi punto de vista.

Sucedió ayer. La noche se mostraba cómplice con los brillantes y fervorosos cortejos procesionales de Lunes Santo malagueño. La ciudad se mostraba más acogedora que nunca, tanto, que apenas cabían más personas en el recorrido oficial; eso sin entrar a valorar las riadas humanas que transitaban por el casco histórico a la “caza” de cualquiera de las cofradías que serpenteaban por sus calles.

Y en medio de aquel “bulle bulle” humano, entre las sillas más cercanas al paso procesional, emergió de pronto un simpático globo emulando la figura de la mundialmente conocida “Peppa Pig”, delicia de los más pequeños de todo el planeta. Estaba claro que no se quería perder lo que allí sucedía.

Lo que al principio me pareció una imagen impostada en medio de tanto penitente, tanto cirio y nubes de incienso, me dejó vislumbrar lo que realmente sucedía: una niña pequeña miraba absorta el transitar de los nazarenos, tocándoles tímidamente las túnicas, con curiosidad y cierta dosis de respeto, como si de verdaderos dioses se trataran, mientras se olvidaba de sostener en sus manos su globo. Sus padres, precavidos, lo habían atado de la cuerda que lo sujetaba a la silla donde la pequeña se encontraba sentada y procuraban ocultarlo a la vista del respetable, tirando de él hacia abajo. Pero “Peppa” continuaba ahí, asomando una y otra vez, queriendo unirse al momento que disfrutaba su amiguita.

Y ahí estaban las dos: la pequeña y “Peppa” compartiendo un presumible sueño: portando uno de aquellos majestuosos cirios vistiendo la túnica de nazareno. Penitentes de la Semana Santa de Málaga.

La música, pasaporte a la nostalgia

… quisiera hacer, una bella canción…Milagro tecnológico contemporáneo que ha logrado que esta mañana me envuelva un halo de nostalgia, de recuerdos que pensaba intemporales que ahora traslado, a través de la música, hasta los años sesenta y que he querido traer hasta estas páginas. Y ahí continua, Spotify, ahora con Concha Velasco…una chica yeye, una chica yeye…

Bendita década de los sesenta. ¿La recordáis? ¡Cuántas cosas interesantes ocurrieron en el mundo! Y nosotros en España con aquellos pelos. Después de décadas de oscuridad comenzaba a asomar “un rayo de sol”, que, aunque la popular canción de Los Diablos atribuía al amor a una moza, a mí siempre me ha dado que tenía ciertas connotaciones políticas. O no.

La canción fue todo un éxito, y mientras la tengo, ahora mismo, sonando en mi reproductor, recuerdo que en esa década, que para nosotros en España comenzaba a ser la salida del oscurantismo, en el mundo sucedían cosas tan importantes como la construcción del Muro de Berlin – no solo ahora se construyen muros, aunque los de ahora por otros motivos, sobre todo por egoísmo– , o el movimiento hippie del amor y no a la guerra que comenzó en Estados Unidos y luego se extendió por todo el planeta.

Aquí apenas nos rozó. En mi barrio a lo más que se llegó era a ver a los más modernos con pantalones de grandes campanas y camisas de flores, cantando en mal inglés el Black is Black de Los Bravos. Pero de ahí no se pasaba. Ni LSD, ni amor libre, ni leches. Cualquiera se pasaba con la novia…Aunque comenzábamos a tener nuestros rebeldes, que uno, aunque pequeño, tenía oído y conocimientos suficientes para escuchar a la vecina reñir a su hija por enésima vez y recordarle que…a las diez en casa.

Bendita década de los sesenta. La crisis de los Misiles; el asesinato de John Fitzgerald Kennedy o el sueño de Martín Luther King, sueño que, a pesar de tanta sangre derramada, aún continúa. Aunque en Estados Unidos se ha avanzado muchísimo en este terreno, todavía continuamos como aquel baile de moda en los sesenta: la yenca. Adelante y atrás…un, dos, tres. Los negros de alguna manera, me da a mí, que tendrán que currárselo siempre. Andando, o corriendo como liebres con los perros de siempre mordiéndoles los talones; o remando con las manos en una patera…pero currándoselo de lo lindo.

O eso o ser capaz de meter inverosímiles canastas de tres puntos, o marcar goles increíbles. O tener la suerte de nacer en un hogar millonario y aprender a conducir como nadie y acabar siendo tres veces, o más, campeón del mundo de fórmula uno. La yenca, menudo baile revolucionario.

El primer vuelo, supersónico, del Concorde, todo un emblema de la década. En España no hacíamos aviones supersónicos, pero ya teníamos televisión y emigrantes. Muchos emigrantes. Como ahora, pero con menos cultura. Hemos cambiado los callos en las manos por los master y títulos universitarios. Algo es algo. Al menos ahora somos pobres con cultura, que no deja de ser una de las más grandes riquezas, la cultura digo.

Me alegra que esta mañana haya comenzado con Marisol…tengo millares de estrellas y tengo la luna y el sol… estando contigo, contigo me siento feliz….

Pues eso, que me siento feliz. De haber vivido esa década ya con algo de uso de razón; de tener la suerte de poder contarlo con una determinada dosis de optimismo y de salud a pesar de los coronavirus y otros “bichitos” traicioneros.

De las siguientes décadas trataré otro día, cuando Spotify me vuelva a despertar esos sueños dormidos.

¡Ay! ¡Qué bien lo que suena ahora! …en la fiesta de Blas, en las fiesta de Blas…

JL Pinto

A modo de telegrama

Urgente. Urgente.

Mahsa Amini. Irani, de origen kurdo. 22 años. Brutalmente asesinada por policía. V.O. (sin subtítulos): muerte por paro cardíaco. Motivo: llevar mal puesto el velo sobre su cabeza. Sacerdotes medievales reprimiendo todo un país. Miles de mujeres dicen basta. Las calles tomadas. Más represión. Los hombres, por primera vez, junto a ellas. Tímidamente. Ellas jugándose la vida se cortan mechones de pelos. Los muestran orgullosas como trofeos de caza. Su propia caza. Velos quemados en la vía pública. Hiyab lanzados al aire. Habrá mas muerte. Seguro. Pero no hay marcha atrás. Arrojadas, valientes. Mujeres en Irán. (Pero podría suceder en cualquier otra parte del mundo)

Jl Pinto

La empresa

Recuerdo que aquel día estaban todos. Una gran expectación había surgido en la “empresa”. En teoría eran los idóneos para hacerla llegar a lo más alto y garantizar el futuro de todos los empleados, fuese cual fuese su departamento.

Al poco de realizar las primeras presentaciones, comencé a advertir las primeras miradas desconfiadas, a pesar de ser compañeros y tener un único objetivo: la empresa.

El departamento de logística se había apuntado un gran tanto con el nuevo enfoque para la distribución y recepción de material, algo que lejos de agradar al compañero de financiación le puso de inmediato en guardia. “El muy ca…. No me ha dicho nada. Ahora me veo obligado a modificar la base presupuestaria. Esto no le va a gustar al gran jefe. Me va a hacer quedar mal..” pensaba malhumorado.

“¿Estas seguro de que cuentas con superficie suficiente para llevar a cabo tu propuesta?”, preguntó irónico dejando desconcertado al de logística, lo que hizo que de inmediato el resto de los reunidos se cruzaran miradas malintencionadas. “Lo tiene cogido con alfileres. El proyecto acaba de morir..”.

Lógicamente, después de ese varapalo, no volvió a intervenir en lo que quedó de reunión.

Luego, durante un descanso para tomar un café, los de desarrollo comentaron, entre pasillos, los nuevos productos que iban a presentar a continuación. “Van a ser la bomba. Ya lo veréis..” , se mostraban eufóricos, ilusionados. Pero nadie sabe cómo, no habían terminado de realizar su también excelente presentación, cuando otro de los departamentos implicados, el de diseño, intervino: “ No estoy seguro al cien por cien, pero ese producto creo que ya está en el mercado…”, dijo, sin aportar ningún tipo de documentación o prueba de su existencia.

Lógicamente, ante estos hechos, el consejo de dirección decidió que no era el momento de actuar y que serian emplazados para una nueva reunión más adelante.

Sucedió que la empresa continuó agudizando su crisis y las carencias que ya tenía. Ahora se encuentra en plena huelga, con un 50% de la plantilla en ERTE y sin encontrar salida alguna.

Menos mal que ahí siguen los de la “junta directiva” para buscar nuevas soluciones.

¡Ah! lo olvidaba, el nombre de la empresa es ESPAÑA, y a los de la “junta directiva” los llaman POLÍTICOS.

Hasta la próxima reunión.

JL Pinto

Todo fue oscuridad

Ha sucedido en París, empero me temo que podría haber ocurrido en cualquier lugar de este vasto planeta; en cualquiera de esas multitudinarias, bulliciosas y populares ciudades habitadas en casi todos los casos por millones de almas. ¿Almas?

Pero, como decía, ha sido en París, la ciudad de la luz, que cuando se produjo el hecho debía estar sumida en la más profundas de las oscuridades. A pesar de que tan solo eran poco más de las nueve de la noche.

René Robert, fotógrafo enamorado toda su vida del flamenco, al que le dio impulso a su modo fotografiando a figuras como Camarón o Paco de Lucia, entre muchos otros. Una vida entre bambalinas y búsqueda de recursos de luz, de ángulos, para regalarnos su arte. Así hasta los 84 años.

Y fue hace tan solo unos días cuando en un mal tropiezo cayo de bruces en el suelo. En una tarde-noche de gélido frío parisino. Más frío que nunca. Y ahí estuvo, inmóvil, como cualquiera de sus muchas instantáneas, sin que nadie se molestase en preguntarle que le sucedía. La gente miraba insensible el momento y continuaba su camino. Hasta las seis y media de la madrugada. Tuvo que ser un mendigo, un indigente, un hombre de la calle, el que acudiese en su auxilio. Pero ya era tarde. El frío suelo de cualquier calle anónima se lo llevó por delante. O quizás la inacción de la cantidad de gente que pasó por su lado y no se molestó en saber que le podía haber ocurrido a aquel hombre. Ahí, tirado en la acera.

Y París perdió la luz. Todo fue oscuridad. Pero por desgracia ya es agua pasada…

JL Pinto

Y nos volvimos a equivocar.

Ya han transcurrido casi dos años desde que comenzamos a vivir la distopia en que se convirtió nuestras vidas con la aparición de la COVID 19.

Mascarillas, confinamiento, aislamientos, contagios , sufrimiento…muertes. Visto desde esa perspectiva fatídica ha sido todo un horror. La verdad es que no soy capaz de verlo de ninguna otra manera.

A todo lo anterior hay que sumar paro, empresas cerradas, colectivos sanitarios al borde de la desesperación ; educadores con aulas vacías o cerradas enseñando, o al menos intentándolo, a distancia; políticos improvisando y en muchas ocasiones contando medias verdades, cuando no, directamente mintiendo…. Y un largo etcétera de situaciones dantescas.

Dada la incontrolable – incontrolada – situación, y para insuflarnos una especie de corriente de aire fresco, nos decían y nos repetíamos – posiblemente abandonados a la esperanza, cualquier esperanza aunque fuese efímera- , que está era una gran oportunidad para hacernos mejores; una oportunidad para cambiar y equilibrar muchas desigualdades ; una oportunidad para….. y así todo el tiempo.Ahora que ya no estamos confinados, que cada día hay menos fallecidos , que comenzamos a relajar las medidas de seguridad.

¿Qué ha sucedido? Veamos si hemos aprovechado esa cacareada «gran oportunidad» de salir reforzados de este desastre. Y lo hago en base a unas preguntas que considero básicas:

¿Hemos mejorado ostensiblemente nuestro sistemas sanitario?¿Los mensajes, los comunicados de todo tipo, ¿ nos llegan ahora de manera clara, determinante, sin dar lugar a ningún tipo de dudas o interpretaciones?¿Nuestra clase política ha dejado sus banales enfrentamientos y se han puesto a trabajar todos a una para salvarnos, o al menos intentarlo?¿ Se ha vacunado con equidad a toda la población de esta aldea llamada tierra, única forma de lograr derrotar al virus?

Si este breve test – podría ser mucho más extenso- ha arrojado respuestas positivas, estamos en el camino. Si no ha sido así, algo que me temo, lamentablemente hemos perdido esa » gran oportunidad «, y nos hemos vuelto a equivocar.

Esto es lo que hay y todo lo demás son monsergas.

JL Pinto

Siempre nos quedará el amor

La historia que les voy a narrar es tan real como la sensación agridulce que sentí cuando la conocí hace tan solo unos días. Una sencilla historia de amor, casi de rescate a la vida se podría decir, protagonizada por dos ancianos. Ella, Carla Sacchi, q.e.p.d., él, Stefano Bozzini,- cual Romeo en el siglo XXI- y el Covid 19, como no, entre ambos. Llevaban toda una vida juntos. Mas de cincuenta años casados y mil avatares compartidos. Ella cayó gravemente enferma y como viene siendo habitual en el proceso de esta maldita enfermedad, ambos quedaron aislados: Carla en una cama de hospital y él en su casa.

No podía ser. Él sin ella no era nada, y ella lo necesitaba a él. Stefano lo presentía, lo sabía. Una tarde decidió coger su viejo acordeón, ese que tocaba tantas tardes en casa y al que Carla seguía fiel como una parte más de su vida, y se dirigió al hospital de Piacenza donde se encontraba ingresada.

Allí, sentado en un gastado banco, regalaba unos conciertos que se colaban a través de las ventanas de tantos y tantos enfermos, entre ellos Carla. Conforme los día pasaban Carla fue mejorando hasta el día en que pudo asomarse a la ventana de su habitación para enviar un saludo a su marido. Otra vez Julieta y Romeo. El milagro de la ilusión y del amor estaba servido.

Unos días después a Carla, para alegría de todos, le fue dada el alta en el hospital.

Lamentablemente la mejoría fue un espejismo y varios días después fallecía.

Claro que este es un final triste de una historia que podría haber sido de cuento de hadas, pero a Carla le llegó la hora de su descanso y a Stefano, a parte de la inevitable soledad, el amor que a uno se le antoja inquebrantable. Imperecedero. Siempre quedará el amor.

JL Pinto

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