Sentada en la vieja butaca, asomada al mundo mínimo, rectangular y reducido que le regala la ventana, despeja una lágrima traicionera de sus ojos mientras oye a Carlos Gardel, “Caminito”, ese es el título de la copla que interpreta el inolvidable cantante. Pero no es por ese cantar, que le devuelve al recuerdo dormido de los tiempos, por lo que se desborda el lago cristalino de sus ojos, no, es por la errónea cábala de una mala cabeza , la suya. Cosas de la juventud. Aunque a veces piense que en realidad nunca fue joven, sobre a todo a partir aquella maldita decisión. Eran otros tiempos, claro que lo eran, y él, sin futuro, sin oficio ni beneficio… una mano delante y otra detrás. Eso sí, amor, mucho amor, pero del amor no se come. Bastante necesidad había pasado ya desde que tuvo uso de razón. Y le dijo que lo sentía, pero que no era esa la vida que soñaba. Lo dejó, lo echó. La vida también está llena de sueños, de regalos. Eso es lo que ella quería.
Y el destino, que tiene a veces sed de venganza, la tomó con ella. Una vida triste y solitaria fue lo que le regaló. Y nunca más volvió a sonreír en su vida. “Caminito que el tiempo ha borrado, que juntos un día nos viste pasar…desde que se fue, triste vivo yo…”, que belleza y crueldad la letra de esa canción.
JL Pinto