Autor: Juan Luis Pinto Doblas

Algo se muere en el alma

Ayer vi a un amigo llorar. Y no es el hecho de verle llorar lo que me traspaso el alma y me hizo quebrarme a mi también, no, eso es fácil de asimilar. Lo que me produzco esa sensación amarga, inesperada – sin ser sin embargo sorpresiva- es verlo  hacer a alguien curtido en mil batallas, con la entereza – demostrada en muchísimas situaciones difíciles- del hombre que se viste por los pies, demostrando ser un ser humano tan alto como las gotas de lluvia de la mas alta de las nubes. Así es mi amigo.

Y no lo vi yo solo. Lo vio muchísima gente, muchos amigos.

Su rostro, demudado, era la expresión de la decepción consumada que llevamos todos por dentro, y él, ayer, una vez más, esta vez para la tristeza, se hizo embajador de todo el malagueñismo. Podemos estar todos seguros –sus amigos, los de verdad- que en esas lágrimas iba parte de todos nosotros, a los que nos lleva en el corazón.

Gracias Paco, y no te preocupes que vendrán tiempos mejores. Y nosotros, tus amigos, estaremos a tu lado para apoyarte en todo momento.

¡Viva Málaga! Nunca seremos ciudad de segunda.

Algo se murió en mi alma cuando ví a mi amigo llorar.

(Con todo mi cariño a Paco Martín Aguilar, consejero del MALAGA CF)

Crisis superada

 

Creo que estoy comenzando a ponerme pesadito con tantos números y porcentajes. Juro que continúo siendo de letras, pero la necesidad me empuja a los números. La necesidad de la crítica, por el momento, porque a este ritmo puede que al final sea por “puritita supervivencia” que dicen los chamacos. Nada, que ahí están otra vez los señores estos de Bruselas dando magníficas noticias. Que resulta que  crisis ya está olvidada. Como lo leen.

Superada. Como las pruebas de aquellos concursos de la tele.

¡Qué alegría! Ya estamos otra vez preparados para comprarnos la segunda y tercera vivienda; los niños con motos nuevas y comiendo fuera de casa día sí y el otro también. Es que aquello era vida. Que hasta nos conocían los porteros de los cines, teatros y mejores discotecas.

Shh! Oiga! Que no. Que no. Espere un momento. No haga caso a todo lo que se dice no sea que tire de los pocos ahorros que le quedan y se quede otra vez en mangas de pelota. Contenga la euforia por unos momentos. Que dicen de Bruselas que la crisis en la EU se da ya por superada, pero me parece que hay detalles que se les pasa por alto. ¿En qué se basan para tal afirmación?  Pues en que el nivel del paro, en la media europea, es más bajo que en el año 2008. En que los bancos son más fuertes (ríanse ustedes de Goliath), la inversión está aumentando y las finanzas públicas están chachipiruli. Y se fuman un puro.

Algo falta ¿no? Por lo menos a mí me lo parece. Un pequeño detalle sin mayor importancia. ¿Y de nosotros qué se dice? O sea, de las criaturitas del señor que nos vestimos y comemos cada día. No quiero aguarle el día de playa a nadie (aparte de que hay pocas cosas que sean capaces de fastidiarnos un día de playa o de campo. Los españoles somos así, pero esos datos, trasladados a España arrojan los siguientes resultados: Nuestra tasa de paro está situada casi en el veinte por ciento (19.6% para ser exactos y matemáticos), o sea, NUEVE puntos superior a la media europea. Solo un país, Grecia, nos gana (23,6%). (1 a 0 a favor de Grecia).

Nuestra tasa de paro juvenil (agárrense que vienen curvas) es del 44%  y el riesgo de pobreza o exclusión social del 28%, solo superados ¿por quién? …efectivamente, por Grecia. (2 a 0 a favor de Grecia.  Pobres, para ganar en esta liga mejor no jugar el campeonato). Y me niego a hablar otra vez de las pensiones. ¡Qué pesado! Nuestros dirigentes políticos también sacan pecho diciendo que la crisis está superada. Que las reformas acometidas han dado resultado.  Y voy a creerles. Pero ¿a quién le ha dado resultado? ¡Es que el paro se ha reducido una barbaridad…! Sí, pero seguimos teniendo DIEZ puntos más de paro que en el año 2007, y mejor no entrar en el tipo de contratos que se están realizando. Un verdadero despropósito.

No quiero ser derrotista, ni mucho menos. Solo quiero que nuestros representantes digan las cosas con veracidad, responsabilidad y coherencia: lo blanco, pues blanco; lo negro, negro, y los grises, pues eso, que estamos llenos de tonos grises y esos son los que hay que explicar. 

De modo que todos contentos porque ”hemos” salido de la crisis: los bancos, las grandes empresas, los más pudientes en general. Todos “ellos”, efectivamente, gracias a las “medidas correctoras aplicadas”, han recuperado niveles de antes de la crisis. Se nos dice que su recuperación era algo indispensable por el bien de todos. Y de nuevo voy a creerles. Por el bien de todos ya que así es el sistema económico en el que vivimos.

Pero… ¿Y nosotros, qué? Y sobre todo ¿cuándo? Me temo que cuando nos toque ya estará comenzando a estallar una nueva burbuja de esas que se forman mientras dormimos plácida y confiadamente. Ojú que caló. 

 

 JL Pinto 

Television HD

Me asomé a mi ventana y vi un paisaje sin color. La gente caminaba reflexiva y un tanto seria, cada uno encerrado en sus pensamientos.

Los jóvenes no eran tan jóvenes y ellos también caminan circunspectos, con un gesto dibujado impropio de su edad. El tráfico, ruidoso e intenso, no permitía disfrutar de la vida cotidiana de la calle. Los carteles luminosos apenas si reflejaban luz y las vallas publicitarias no tenían anuncios originales y alegres.

No se veían niños por ninguna parte, ni sus ruidosos monopatines. Los árboles situados justo debajo de mi ventana no albergan ni un triste nido del más común de los pájaros. Mi  mirada se confundía entre tanta desilusión.

Me di media vuelta y cerré la ventana. Me acerqué de nuevo a mi cómodo sofá y me deje caer, más que sentarme, y continué mirando la televisión. Después de unos minutos, abstraído, me concentro en las imágenes que emitía mi televisión de última generación, de alta definición por supuesto, de 56 pulgadas.

Tuve que tirar a un contenedor una vieja estantería repleta de otros tantos viejos libros. No había espacio para ambas cosas. Ganó la televisión. Donde va a parar. 

Ahí estaba la gente, sonriente y feliz,  atravesando una calle llena de coches de increíbles colores.  Unos niños sorteaban todo tipo de obstáculos y daban saltos con sus monopatines mientras unas chicas reían felices mostrando unas dentaduras perfectas y níveas. Unos pájaros, en pequeñas bandadas revoloteaban a lo largo de la calle, haciendo cabriolas infinitas, sin rozar ni tan siquiera ninguno de los cientos de obstáculos que se les plantaban por delante en su alocado aletear. Dando un toque de naturaleza en el mismo centro de la ciudad. Colores preciosos que se salen de la pantalla. Sonrisas inagotables que transitan por el salón de mi casa. Vida luminosa en alta definición.

Pero todo es  mentira. Bajé con urgencia a la calle. Quizás tendría suerte y recuperaría al menos parte de los libros y de la estantería que tiré hacía unas horas. ¡Qué suerte! Allí estaban todos los libros. Ni uno faltaba. La estantería, curiosamente, sí había desaparecido.  Recogí todo como pude y dejé en la basura el flamante televisor. 

Nada más llegar a casa, llevado por los remordimientos, comencé a ojear uno por uno todos mis queridos libros. Era mi manera de pedirles perdón. 

Me asomé  a la ventana y dejándome caer de nuevo en el sillón no pude evitar dibujar una sonrisa en mis labios: en menos de diez minutos el televisor había desaparecido.

Continuaría su viaje y llenaría otro salón de coloridas mentiras.

 J.L. Pinto  

Venga, arriba que es España

Venga, arriba ¡que es España!, la que comienza en los Pirineos y hace frontera con Portugal y Marruecos. La de la eterna crítica, desde dentro, pero la añorada y nostálgica cuando apenas nos hemos separado unos kilómetros o unos días de ella.

España angosta y frondosa. La de los calores y fríos pasajeros y la de primavera eterna. De poetas y pescadores. De críticos y habladores. De incansables luchadores. De gentes siempre generosas y abiertas. La que a todos nos asombra con su capacidad de regeneración, como cualquier ciclo vital de la naturaleza. España viva. España nuestra.

Pero España está enferma. De la indiferencia de algunos, del maltrato de muchos otros, pero sobre todo de rabia… Rabia de ver lo que podemos ser y lo que, por desgracia, nos empeñamos una y otra vez en impedir. España nos pide auxilio con cara afligida, de pena. Un trozo de su alma quiere separarse de ella. Resquebrajar su anciano, aunque fuerte, cuerpo y romper sus cimientos históricos, prehistóricos, desde el principio de los tiempos.  

La sin razón de unos pocos la tienen entristecida. España no se merece este trato. Todo lo debemos por ella. Por los que estamos aquí, ahora, por los que ya no están entre nosotros. Por los que derramaron su sangre defendiéndola, desde los anales de la historia. Por los que se marcharon y nunca volvieron, por los que sí regresaron para luego morir en ella.

A los que no quieren ser España hay que convencerles con argumentos, con la reflexión…hasta donde se pueda. Pero a España hemos del salvarla antes que se muera.

Vamos, arriba, ¡que es España la que está enferma!

J.L. Pinto

Carta abierta a los turistas

(Coincidiendo con la feria del turismo, FITUR, que se ha celebrado durante esta semana)

 Estimado turista, A través de estas líneas quiero expresarte mi agradecimiento, y estoy seguro sin riesgo a equivocarme que puedo hablar en nombre de mis paisanos malagueños, por haber elegido venir a visitarnos a esta bendita tierra.

Los datos son claros: más de un millón trescientas mil personas, de otros países y de otros puntos de España, decidisteis venir a pasar unos días de ocio y relax en nuestra tierra durante el año que acaba de finalizar. Más del doble de la población de nuestra ciudad.  Ojalá no os hayamos defraudado.

Hemos sido la ciudad española que mayor crecimiento ha tenido en número de visitantes, algo que debe alegrarnos a todos, y por eso quiero expresaros nuestro agradecimiento.

Querido turista, quiero que sepáis que nos encantáis, vamos, que no gusta como sois. De alguna manera todos somos turistas cuando salimos de nuestro lugar habitual de residencia y por eso, como turistas que también somos – todos somos turistas en un mundo de puertas abiertas- , en Málaga no vais a encontrar ningún cartel de “turista vete a casa”, o “go home” para los no nacionales. Nuestra vocación es otra. Y nuestro sentido común está en perfecto estado: sabemos que aquí vivimos del turismo y que debemos,- queremos-, cuidarlo. ¿Qué el casco histórico se satura, especialmente los fines de semana y en fiestas  señaladas?, pues muy bien. ¿Qué van a hacer si no nuestros visitantes? ¿Pasear por Ciudad Jardín, la barriada de la Luz o Capuchinos? ¿Ir de museos a la Cruz de Humilladero o al Palo? Es normal que se queden en el centro de la ciudad. Peor sería que no viniesen.

Todo esto quiere decir que las campañas de publicidad, el dinero de todos nosotros, invertidos en promoción, dentro y fuera de España, funciona. Nada que objetar.  Pero todos debemos tener claro que la ciudad en sí, por su clima, sus monumentos y sus buenas comunicaciones no es suficiente. Somos nosotros, sus habitantes, la verdadera alma de la ciudad. De todas la ciudades. Somos los que la hacemos acogedora, atractiva, simpática, alegre y moderna. Sí, todo eso lo conseguimos entre todos.  Nunca debemos olvidarlo…para no fallarles a ellos, a nuestros queridos turistas. 

Hace muchos años, la campaña de promoción era: al turismo una sonrisa. Hoy esa campaña se renueva con la sonrisa y se refuerza con el buen trato, la honestidad y la educación. Pero tampoco deben olvidarlo nuestros gobernantes. Nosotros hacemos nuestro trabajo. Ellos deben hacer repercutir en nuestros barrios parte de la riqueza que genera tanto esfuerzo. Esos lugares en los que dirimimos el día a día de nuestras vidas, ajenos al tumultuoso mundo del turismo.

En fin, no quiero perder la perspectiva ni la esencia de esta carta que nos es otra que el turista.

Os continuaremos recibiendo con todo el cariño del mundo. Recuerdo una familia al completo, de alemanes, que la pasada feria paseaba por la acera de la Marina. Botella de Cartojal en la mano y riendo a carcajadas viendo como la abuela, totalmente involucrada en la fiesta y vestida con un traje de flamenca, levantaba los brazos al aire  con un arte que ríete tú de las romerías de Nuremberg, mientras repetía una y otra vez ¡jolé! ¡jolé! con un inconfundible acento teutón. Estaba la abuela para comérsela. Y ellos felices como para ponerles un marco. 

Queremos que esa y otras imágenes similares se repitan. Con el granito que pongamos cada uno de nosotros lo conseguiremos.

Querido turista; que eso; que os vengáis todos para acá. Os esperamos con los brazos abiertos. Si queréis llegar a los dos millones, por nosotros no va a quedar. Hablaremos con más o menos destreza vuestras lenguas, pero lo que es sonreír y acoger, eso sabemos hacerlo en todos los idiomas ¡Os esperamos!

 

 J.L. Pinto 

Carta abierta

Señor Carlos Puigdemont,

Dada la respuesta que ha tenido usted a bien remitirle a nuestro gobierno y sus rocambolescas peticiones, la primera, que se deje de oprimir al pueblo catalán, para acto seguido solicitar dos meses  de plazo al legítimo y democrático gobierno español para dialogar, de español a español (aunque le pese),  le voy a decir varias cosas: -No sé por qué pide que se deje de oprimir al pueblo catalán cuando, desde que existe la democracia en España, JAMAS HA SIDO OPRIMIDO.

Todo lo contrario a lo que ha estado sucediendo en su “paraíso” catalán durante los últimos años, donde ustedes, los independentistas, han estado campando a sus anchas gracias a los chantajes políticos a que ha estado sometido el gobierno de España. Ustedes sí saben sobradamente lo que es OPRIMIR y HOSTIGAR:

-A los organismos judiciales catalanes

-A las fuerzas de seguridad del estado que, cumpliendo órdenes judiciales, actuaban para que no se cometieran delitos e imperase la ley. Esa ley que ustedes se han saltado y se saltan cada vez que les da la gana amparándose en la soberana decisión de pueblo catalán.

– A los niños y jóvenes en escuelas, institutos y facultades con tratamientos propios de fascistas y xenófobos por parte  de profesores, contagiando en muchos casos a la propia comunidad estudiantil y sus familias. No sé cómo no se les cae la cara de vergüenza.

-A los ciudadanos catalanes, sus vecinos, que no están de acuerdo con una Cataluña separada del resto de España, a los que tienen cohibidos y hostigados desde hace años, y en general a todos aquellos que no piensan como ustedes.

Señor Puigdemont y su entorno, en las últimas fechas se han quitado ustedes definitivamente la careta y han demostrado ser unos peligrosos extremistas, cuando lo que han pretendido, y a veces conseguido, es la de dar la imagen de unos políticos “estupendos”, grandes demócratas” y “progresistas” de vocación.

Yo les voy a decir lo que verdaderamente son: unos políticos xenófobos que promueven su “indiscutible superioridad” sobre el resto de pueblos de España y sobre los que no  opinen como lo hacen ustedes.

La única democracia que entienden es la que imponen ustedes (véase el esperpento de votaciones del pasado día 01 de octubre); su progresismo es solo de salón, de cara a la galería.

Cada vez que se les habla de urnas y de elecciones de verdad, miran ustedes para otro lado. “Lo que teníamos que votar, ya lo hemos votado” repiten con una cantinela repetitiva. Imagino que se refieren a esos votos realizados de manera irregular, en la calle, sin control, ni censo. Totalmente ilegal.

 Y ahora viene lo más grave de todo: en todo momento se han olvidado ustedes de que más de la mitad de los catalanes no quieren dejar de ser españoles ni europeos. Pero a eso a ustedes les da exactamente lo mismo. ¿Qué piensan hacer con ellos? ¿Van a tenerlos secuestrados o aún más oprimidos? ¿De verdad creen que el resto de españoles lo vamos a permitir? ¿No se dan cuenta ustedes que les falta muchísimo recorrido y preparación, para llegar a esa mayoría real, soñada, para alcanzar “su independencia”?

Pero tengo que estarle agradecido por algunas cuestiones. Gracias a su comportamiento de las últimas semanas, los españoles nos hemos dado cuenta que lo habíamos confiado todo en manos de nuestros políticos y no estábamos equivocando. Nosotros también tenemos voz en todo esto. Gracias. Nos hemos dado cuenta de la cantidad tan enorme de empresas instaladas en Cataluña, muchas de ellas beneficiadas, y con el pase de los propios gobiernos nacionales de turno.

Muchas veces nutriéndose de mano de obra de otros puntos de España. Está claro que tenemos que luchar porque esas y nuevas empresas se instalen en otras de las muchas y singulares –  que no superiores – regiones de España.

Ahora lo vemos claro. Gracias. Gracias a sus ansias independentistas nos hemos dado cuenta el menosprecio real que sienten ante todo lo español y todos los españoles, quedándose anclado en la época de la represión franquista como políticos rencorosos y sintiéndose una raza superior a los “ atrasados españoles”. Gracias.

Por todo lo anterior y por hacerme ver que la mitad de ustedes realmente no merecen ser españoles, gracias. Muchas gracias. Si por mí fuera no tenían que pedir ustedes la independencia, ya se las daba yo directamente. Ahí tienen ustedes los Pirineos. Construyan ahí su país, pero con el nuestro no se quedan. 

Señor Puigdemont, estoy con usted en que hay que dialogar. Pero primero, abrace de nuevo usted la Constitución y la ley a la que prometió su cargo. Todo lo demás no vale para nada.

Palabra de español. Y muy cabreado. A su entera disposición. 

J.L. Pinto

 

La soledad

El sonido del violín se cuela una vez más por la rendija de la ventana. Una música pausada, melancólica, bellísima, y a la vez inquietante. A ella le traen recuerdos de un pasado, que aunque pasado, lo tiene siempre presente, como si pudiese jugar con el tiempo a su antojo. Como juega el vecino del cuarto con cada nota que exprime de su viejo violín. 

En momentos como el de ahora no le importaría que se detuviese el mundo, la vida, su propio pulso y dejarse llevar solamente por la música que la va envolviendo hasta hacerla llorar, o sonreír, o incluso reír, según el momento. A veces abre la ventana y deja entrar el aire fresco y la luz de la mañana. Pero solo a veces. Casi siempre prefiera la tranquilidad y la penumbra que le transporta a su paraíso de libertad. Ella lo quiere así. Entonces pide por favor que la música no se detenga. Si lo hace podría morir, cómo si le faltase el oxígeno para respirar.

No, no está loca, sencillamente está…sola.

 

Jl Pinto

La mojigateria de lo absurdo

Viene a cuento este título por el revuelo producido hace unos días por los comentarios vertidos por el juez de menores, Emilio Calatayud, persona fiable donde las haya y nada sospechoso de buscar grandes titulares ni fama gratuita. Ni los busca, ni los necesita.

Son conocidas sus sentencias ejemplarizantes con los menores, todas ellas rehabilitadoras (servicios a la comunidad la mayoría de ellas), haciendo un uso de la justicia bastante peculiar. Como peculiares, cuanto menos, fueron las declaraciones de hace unos días en el programa “La mañana”, de la 1, cuando, en pleno debate sobre la muerte de Celia Fuentes, influencer en las redes sociales, regaló a los presentes y a la audiencia con la frase – eso sí, pidió disculpas previamente por el comentario que iba a lanzar- : “Las niñas se hacen a veces fotos como putas”.

El revuelo que se organizó fue instantáneo. Las redes ardían sobre críticas y denuncias por la dichosa frase. Si uno no saca de contexto esa frase, hasta llegaría a comprenderla. Me explico. Si uno dice de pronto: “A veces las niñas se hacen fotos que parecen putas”, no le ve, al menos a mí así me lo parece, nada extraño. Es que es cierto, a veces veo a las niñas hacerse fotos, cuya gestualidad, miradas y poses, es lo que parecen. Y si lo vemos, tenemos la obligación de corregirlo.

Pero una cosa es decir esa frase en tono coloquial, hablando en casa, incluso riñendo a un hijo, y otra decirlo al hilo de una denuncia por violación o abuso sexual. En ese caso se está cayendo en la trampa, añeja por cierto, de que una violación, o un abuso sexual, en muchos casos vienen precedidos por una provocación anterior.

Entiendo que el bueno de don Emilio no pretendía nada de esto, máxime una persona con su historial y su vocación, pero quizás, la continua cercanía, día sí y día también, con los problemas de los menores, le hacen utilizar un lenguaje y adoptar unas posturas que parecen impropias de un juez. Algo que se le ha criticado y se le está criticando hasta la saciedad. Yo también me uno a esa crítica, pero, en consideración a su trayectoria, la rebajo a un “comentario muy desafortunado”, realizado en un programa de televisión, donde la audiencia es muy dispar y por lo tanto con un público heterogéneo.

Él, el juez, acostumbrado a dar charlas donde utiliza un lenguaje llano y directo, donde suele hacer comentarios de este tipo que a nadie asustan, creo que ha caído en la trampa de la falta de perspectiva.

No es lo mismo expresarse ante un público que ha venido a escucharle hablar de un tema concreto, y que por lo tanto acude a una cita abierto a oír su punto de vista, que intervenir en una conversación en un programa televisivo. Creo que ahí está el quid de la cuestión. Creo que hay pocas personas públicas en España que hablen con la claridad que lo hace este juez, y además en su trabajo, no en shows televisivos. Probablemente, si reproduzco alguna de sus   frases lo podrán entender mejor. He aquí algunas muestras: 

“…A mí no me pueden obligar a tener en casa a un niño de 18 años que me hace la vida imposible” 

«…En función de la edad que tienen, se pueden acostar con quien quieran pero no pueden comprar tabaco…” 

“… Yo no soy amigo de mis hijos, soy su padre. Si fuese su amigo lo estaría dejando huérfano…”

En fin, muchas veces nos quedamos en la expresión del mensaje, y no en su verdadero contenido. A veces nos pierde la mojigatería de lo absurdo.

 

J.L. Pinto  

Una de cine

Imaginemos una escena: “Un salón en pleno oeste americano. Entra un individuo. Mira a todos los parroquianos. Uno de ellos, por nervios o vaya usted a saber por qué, tose. El individuo le mira, saca su revolver y comienza a disparar sobre todos los presentes. Hasta no dejar uno vivo. Se enfunda el arma y se marcha calle abajo”.

Este argumento lo hemos vivido centenares de veces en películas del oeste americano. Posteriormente, con el paso del tiempo, fueron “Cobra”, “Harry el Sucio” y otros “polis” y detectives de ”gatillo fácil”, los que, siempre, pistola en mano, solucionaban sus cuitas. Y así todo el rato. ¡Cooorten! Hasta aquí las secuencias del cine.

Siglo veintiuno. Ayer mismo, otro individuo, joven – aunque la edad da igual-, no paró de disparar hasta que se le agotaron las balas, dejando el aún humeante rifle en el suelo y marchándose en medio de la confusión generada. Como cualquier vaquero. Como Harry el fuerte. Algo previsible, cotidiano, por desgracia, en la sociedad americana. En cualquiera de los cincuenta estados. Así son ellos. No todos, pero si muchísimo de ellos. Y se sabe por qué. Ellos mismos lo dicen: lo llevan en los genes. Desde siempre han llevado armas, y claro, les queda el gusanillo. Como el que empieza a comer espetos de sardinas y no puede parar, pues lo mismo, pero matando prójimos. Una lindeza de sociedad.

El año pasado, 2017, la media era de 93 muertos al día, 93 difuntos frescos cada jornada. Para morirse de la risa si no fuese algo tan serio. ¿Y de quién es la culpa? No, no voy a caer en la tentación de decir que los de siempre, los políticos. No. Ellos, por supuesto tienen su gran parte de culpa. Bueno, no todos. Son los republicanos los que, desde tiempos inmemoriales, defienden el derecho a protegerse de….ellos mismos.

Un dato, en el estado de Nevada, el más permisivo de todos, los jóvenes con dieciséis años ya pueden llevar arma. Y toda la población, sin distinción alguna,  la puede llevar encima en cualquier lugar, acto o evento al que asista. Por si las moscas. Como en el viejo oeste. Y ahora recreemos una ¿ficción?, esta vez en un hogar, dulce hogar, de, por ejemplo, Carson City.

Madre: “Catherine, ¿ Tú has visto mi AK47? Voy tarde a la peluquería y no la encuentro por ninguna parte.

Catherine: No mamá, aunque Willy se marchó hace un rato bastante cabreado. Por lo que se ve Peggy Sue se los ha vuelto a “poner” con Frank, el de los Macmillan. Iba para el Insti. Como se la haya llevado  él que se preparen.

Madre: (Arreglándose distraidamente el pelo mientras mira a un espejo)  ¿Hace mucho que se marchó?

Catherine: (Levantando indiferente la mirada de la revista que está leyendo) Una hora o así.

En esto comienzan a oírse sirenas de ambulancias y de policía pasar por delante de la casa. Acto seguido se oyen disparos desde el piso superior. Una automática. Por fin se detienen los disparos. En la calle, un montón de ambulancias están estrelladas unos contra otras y sus conductores muertos.

Padre: (Bajando la escalera con su rifle AR15 de asalto, aún humeante, regalo de Navidad de su querida esposa) ¡Ja!, ahí los tienes a todos. Los he reventado. Es la cuarta vez que me estropean la siesta esta semana. (Acaricia el arma) Pero te tengo a ti. (Se da media vuelta y regresa al piso superior. A continuar durmiendo).

Los diarios de esa misma tarde narran como el joven Willy, esa mañana, cabreado porque su novia Peggy, de dieciséis años, había ido al baile del instituto con su eterno enemigo Frank, armado con su revolver reglamentario de ir a clase y un rifle AK47 de su mamá, se ha ventilado a su novia, su enemigo y de paso a treinta y seis compañeros de clase.

Cuando los servicios de emergencia acudían a socorrer las víctimas se han visto sorprendidos por un francotirador que en menos de un minuto había descargado con su rifle AR15, ráfagas de más de cien disparos, causando cinco muertos más y cuantiosos daños materiales…

Fin de la  ¿ficción? Pues eso.

JL Pinto

 

Una millonada

Que desilusión más grande me llevé ayer. Como uno anda todo el día curioseando a fondo investigando le llaman los doctos-, y soy optimista por naturaleza, resulta que leí un informe que dice que durante el año 2017 nacieron cada día dos multimillonarios nuevos. 

Se me cogió un nudo en el estómago. Vamos a ver, mi nieta tiene seis meses y nació el mes de julio del año pasado. Mira que si…no, pero me lo habría dicho mi hija. Por si acaso la llamé y le pregunté si la niña había nacido millonaria. Mi hija, que conoce de mis ironías y segundas intenciones, me respondió que claro que sí, que de hematíes, células y otras cosas pequeñitas con las que nacemos incorporadas a nuestro cuerpo la niña venía sobrada, pero que si era de dinero, ni un euro.

Colgué el teléfono desilusionado y me enfrasque a fondo en la noticia. Claro, esos dos nuevos millonarios que nacieron cada día eran en realidad gente que tenían mucho dinero pero que aún no habían alcanzado esa condición de mil millonari@. De esa manera hemos alcanzado la cifra de 2043 personas con una fortuna, como mínimo, superior a las  mil millones de euros. Euro más, euro menos. Claro que dentro de esos 2043, los hay de muchos niveles, y si nos vamos a las 42 con más dinerito, resulta que entre ellos, -cuarenta y dos- tienen los mismos metales que 3700 millones de personas. Toma del frasco carrasco. 

Debe existir algún error, pensé yo – de nuevo el optimismo irrefrenable que me desborda-, ¿cómo va a ser eso? Y analicé un ejemplo muy esclarecedor que podría valer para otras tantas empresas. Resulta una de las grandes firmas textiles de fama mundial, repartió el año pasado 658 millones en dividendos de beneficios. Guay para sus accionistas que ahora son aún más ricos. Pero no sabemos lo que pensará Anju, un empleado que trabaja para la firma y  que vive en Bangladesh. El hombre cobra 900 dólares. ¿A la hora? No. ¿Al día tal vez? No. ¡Al mes! Que nooo. Al…¿año? ¡¡Correcto!! Eso sí, trabajando solo doce horas diarias, nos vayamos a creer que estos son unos explotadores. Pues ya lo sabemos, nuestro desconocido amigo Anju, cobra 2,4 euros al día…por doce horas de trabajo. No lo divido porque me dan arcadas.

Mola ¿no?  Así también reparto yo dividendos, multiplicandos y la madre que…me callo que me pongo a disparatar. Pero hay más. Resulta que los ricos riquísimos, no contentos con esto, van y declaran la guerra a los pobres. Y en muchos casos, muchos países, no se atreven a aplicar medidas fiscales más agresivas a las grandes fortunas, no vaya a ser que bajen algún puesto en los rankings estos de las narices. Eso es también una especie de guerra contra los más desfavorecidos.

El propio presidente de los Estados Unidos ha denominado a los países más pobres del continente africano, “agujeros de mierda”. Y se queda en la mismísima gloria. Y él es precisamente una de las grandes fortunas del mundo. Y un agujero de…

 Pero no me voy a enredar ahora con las estupideces del señor Trump (otro día que tenga el estómago mejor, que hoy ya lo tengo bastante revuelto). Y no voy a dar las cifras en España para no desalentar más a la peña, pero nuestra nombrada recuperación económica ha favorecido cuatro veces más a los ricos que a los más pobres. También es lo justo. No tenéis ni idea lo que cuesta mantener determinado ritmo de vida. 

Ahora están reunidos los que mandan en la economía en la cumbre de Davos donde, una vez más, y ya hemos perdido la cuenta de cuantas van, aconsejarán un salario y un empleo dignos para los más pobres. A ver si hay suerte esta vez. El optimismo, que me sale a borbotones ¡oiga! Bueno, por si acaso, si os nace algún hijo, nieto o sobrino, miradle debajo del brazo. Ahora no traen un pan si no una cuenta corriente mil millonaria. Eso dicen.

J.L. Pinto 

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