Autor: Juan Luis Pinto Doblas

De verdad, ¿estamos locos?

Lo que narro ha sucedido en Málaga, pero me temo que pueda ocurrir en otros lugares. 

Resulta que hay unos vecinos, de distintos puntos de la ciudad, que han interpuesto sendas denuncias al Ayuntamiento  por exceso de ruidos. Su descanso se ve perturbado, y eso es sagrado. Y es que lo venimos diciendo hace mucho tiempo: las cafeterías y bares, se pasan las normas y las multas por donde ellos saben, y  de paso incumplen varias normas básicas: mantienen los locales abiertos hasta altas horas de la noche y además, el ruido en las terrazas es cada vez mayor.

Ese coctel es explosivo, y claro, ha estallado.  ¿Cómo? ¿Que la queja no ha sido por los ruidos de bares y restaurantes? ¡Anda ya! ¿Tampoco el ruido se produce a altas horas de la madrugada? ¿Ni tan siquiera a más de las nueve olas diez de la noche? Pues entonces no lo entiendo… 

¡No me lo puedo creer! Pues resulta que las denuncias en cuestión son contra colegios donde se realizan prácticas deportivas, concretamente baloncesto. Como lo leen, ¡jugando al baloncesto!

Es que estos niños no tienen remedio. Se creen un Fogg, o un Alberto Díaz cualquiera y se emocionan y ¡hasta meten canastas de tres…! y gritan, vaya si gritan. Oeee, Oee,… Y los amigos y padres que van a animarlos, a esos desagradables y ruidosos partidos, comportándose como hooligans gamberros, van y aplauden cada canasta que entra, ¡por Dios! Donde vamos a llegar. Que ni incluso ha sido de tres.

Pues nada, ahí están, a las tres, a las cuatro, a las cinco, a las seis… ¿de la madrugada?¡nooo!, de la tarde, dando la lata. Animando a los niños a hacer deporte. Con la malo que es eso para las articulaciones. Luego cuando sean mayores se quejaran de las rodillas y de lo mal que tienen la espalda. Y el dineral que costará todo eso a la seguridad social.

Y estos cerebrales y responsables vecinos, velando por nuestro interés general, menos mal, van y presentan denuncias. Es lo normal. Está al orden del día eso de denunciar a los niños porque hacen el gamberro con una pelota. Sea de futbol o de baloncesto, o de lo que sea. Ja,ja,ja, que gracia. No, la de los vecinos no. No, la de las autoridades competentes, que van y cursan la denuncia. ¡Eh! Que han medido antes lo decibelios y que es verdad, que los responsables vecinos denunciantes llevan razón.

Me viene a la cabeza esa vecina que denuncio varias veces a su marido porque le daba candela con el puño cerrado, y no se lo tomaron en serio hasta que…bueno, el final ya se lo pueden imaginar. Vale, dejo la demagogia. 

Total, que aquí tenemos tres clubes de baloncesto, con miles de niños a aficionados, compuestos y sin campo donde jugar. Igual cualquier día de estos o dentro de unos años, esos chavales que hoy tienen prohibido practicar su deporte favorito porque hacen mucho ruido, son los mismos que a las tres o las cuatro de la mañana, pasan cada fin de semana debajo de mi ventana, pateando todo lo que tienen a mano, insultando a la noche – digo yo que será a la noche porque a eso hora no hay un alma en la calle- y profiriendo gritos y canticos cuyas letras no quiero reproducir. Y están denunciados unas pocas de veces. Pero ahí continúan, puntuales cada fin de semana.

¡Ay! Si los hubiésemos dejados dejugar en el patio de su colegio…! Es que no me lo puedo creer.

 

J.L.Pinto. 

Hasta que el saco se rompa

Menuda irritación llevaba anoche mi vecino Paco. El hombre, ya jubilado, cuenta entre sus pocas aficiones la de cantar – y no lo hace nada mal- en una pastoral del barrio. Llevan ensayando desde hace semanas y ahora, en llegando estas fechas, comienzan con sus recitales. Hasta un nieto, chiquitillo, muy gracioso, ha incorporado al elenco de tan navideño grupo. Y tengo entendido que no es el único caso donde se mezclan niños con mayores. Eso está muy bien. Así es como se mantienen de verdad las tradiciones. Bueno, pues todo eso, por lo que he podido comprobar personalmente, no se va a poder realizar. ¿Quién tiene la culpa? ¿La crisis? ¿Qué no hay ganas ni de cantar ni mucho menos de oír villancicos? ¿Tan mala está la cosa? Pues no. Se debe a un bando emitido por nuestro ayuntamiento relativo a la Navidad y las actividades en la calle.

Uno ve muy lógico que se limiten ciertas actividades como tirar petardos, lanzar cohetes, beber en la calle, gritar en la calle, hacer las necesidades fisiológicas en la calle, en definitiva, ser indecorosos y molestos en la calle. Pero prohibir cantar, en una épocas tan especial y celebrada como es la Navidad, a riesgo de ser multado y que te requisen, por ejemplo, la zambomba y el almirez – la botella de anís se entiende que no la llevas -, me parece muy desafortunado y triste, muy triste.  No sé quién tiene la vara de medir – sentido común- en nuestro ayuntamiento, pero visto lo visto, me parece que la medida es cuanto menos desacertada.  

Vamos a ver qué va a suceder cuando lleguen los Carnavales o la Semana Santa, eso por no mencionar la Feria y la maravillosa selva tropical  en que se convierte el centro de la villa. Que no, que uno es de los que apoya y avala muchas de las medidas tomadas por nuestros regidores, pero esta me parece muy mal. No cantar “los peces en el rio” o “ya vienen los Reyes Magos”, fuera de la intimidad del hogar, me parece una aguada de fiestas. ¿Y saben lo que pasa? Pues que cuando se mete todo en un mismo saco, este se acaba rompiendo.

 

JL Pinto

Charles Aznavour

No es solo la nostalgia lo que me invade, es un sentimiento nuevo el que se ha instalado en mí, seguramente en muchos de los que te seguimos, casi te idolatramos, durante años. Nos enseñaste a amar la soledad, a vivir con la melancolía y amar con tu voz, con tus letras, expresión trasladada de tus sentimientos. Tus letras y tu música permanecerán flotando a nuestro alrededor, colándose descaradas entre las grietas de nuestros anhelos. Ahí estarás, ya siempre eterno. Antes también lo eras. Aquella bohemia que era flor de nuestra edad, que podía ser  la belleza o la bestia, el hambre o la fiesta. La bohemia recordará la profunda emoción de recordar el ayer cuando todo Venecia me hablaba de amor. Que callada quietud, que tristeza sin ti, si me faltas tú. Ella ha decidido atraparte para siempre. Ella que puede ser el espejo de mi sueño, una sonrisa que se refleja en el arroyo, y morir de amor es morir en la oscuridad, cara a cara con la soledad sin poder implorar clemencia ni piedad. Por todo ello, por todo lo que nos has regalado a lo largo de tu dilatada carrera, de tu vida, y por tanto y tanto, yo no te dejaré de amar, y por tanto te dejaré sin lágrimas y sin gritar, más temblará el fondo de mi piel….

Ironías de la vida, pero las propias letras de tu inolvidable cancionero, han servido para escribirte mi carta de despedida. Te lo debía. Y mientras te escribo me acompañas, una vez más, empujando el “estro” que inspira mis composiciones, a veces mis propios sueños. Han sido muchas horas de compartirte durante toda mi vida.

Y aquí seguirás, mi querido Charles.

Merci mon ami.

JL Pinto

“Spain is different”, no, es más que eso

Se inauguraba la década de los sesenta del siglo pasado, y surgió ese famoso eslogan que a la larga se ha mantenido durante décadas: Spain is different. Y la evolución en turismo ha continuado su marcha ascendente hasta llegar al momento histórico del pasado año, 2017, con 82 millones de turistas visitando nuestro país, superando por primera vez a los Estados Unidos, y quedando en el segundo lugar del ranking mundial, solo detrás de nuestros vecinos franceses, y no sé qué pasaría si ellos no contasen con el parque  Disney en Paris. Casi nada lo nuestro. 

Y ¿por qué seguimos siendo diferentes? Bueno, está claro que no se debe a una única razón ya que, a bote pronto, se me ocurren varias de peso: diversidad cultural, clima, gastronomía, tradición, patrimonio, y así podría estar un ratito.  Pero hay un dato que creo que es especialmente revelador: los bares. Sí, los bares.

En España tenemos más bares que sumando los que existen en Alemania, Francia e Italia juntos: 85.000. Toma ya. Y si sumamos además restaurantes y locales de ocio donde también se sirven bebidas llegamos a los ¡260.000!, más que todos los Estados Unidos juntos. Tela del telar.

¡Claro que somos diferentes! Nos gusta vivir en la calle y eso se sabe en el resto del planeta. Nuestro horario es de 24 horas continuadas de oportunidades de ocio, y eso se valora. Mi amigo Joaquín, que tiene mucho arte, cuando menos me lo espero me dice aquello de “llévame a un bar que estoy muy malo”.

Por desgracia, no todos los datos son tan buenos en otros apartados, ya que sumando, por ejemplo, librerías y bibliotecas, no superamos las… 12.000. La verdad es que la proporción es para sacarnos los colores. Bueno, ese es otro tema que no toca ahora, pero sobre el que prometo volver, que así nos luce el pelo.

Ahora estamos con lo que estamos. Camarero, lléneme la caña por favor, que ya he terminado el artículo. España que es diferente.

 

Jl Pinto

La fina piel

No se sabe exactamente cuándo, pero un buen día a alguien- tampoco se sabe con exactitud si hombre o mujer-, se le ocurrió aplicar sus dotes artísticas sobre su propio cuerpo y dibujó su piel. Hay quien dice que no, que no fue un dibujo, que fue una frase grabada a sangre y sudor, para recordar a una amada. Y así numerosas versiones.

La realidad es que hasta hace un par de décadas, el hecho de llevar un tatuaje tenía un alto coste social ya que estos solo los llevaban gentes de mal vivir, ex carcelarios y rufianes ¿¿?¿? Nunca supe de donde procedía tan esmerado estudio sociológico. Todo esto en España, claro, porque en otros países de nuestra entonces casi inaccesible Europa, era algo tan habitual como sonarse la nariz, y llevar tatuajes tenía su punto romántico y rebelde, nada canallesco ni gamberro. Pero aquello parecía que había quedado superado. Desde hace una década si no más, es algo totalmente habitual ver a personas con dibujos, frases, poesías, y hasta retratos familiares grabados sobre la piel, como un muestrario  recuerdos. A la vista de todos. Son las modas.

Hasta los deportistas, especialmente futbolistas, pero también de otros muchos deportes, han cogido tal fiebre de tatuaje que a algunos no les queda piel que rellenar. Así son las modas, así somos los mortales e imperfectos humanos. Pero si algo bueno tiene toda esta moda de los tatuajes es que no entienden de sexos.  ¿O sí?  Pues va a ser que sí. Hasta la recientemente nombrada ministra de defensa, la socialista Margarita Robles, anda estos días deshojando su nombre para ver qué decisión  van a tomar con el caso de la chica a la que no han dado la oportunidad de acceder al ejercito  por llevar un tatuaje en su pie. Tal y como lo leen. El tatuaje, nada ofensivo, es una simple flor. Me viene a la memoria los aguerridos legionarios, tropa, suboficiales, oficiales y hasta la cabra, luciendo, orgullosos, tatuajes de todo tipo. Y por supuesto, otros cuerpos del ejército. A la vista de todos. Y que yo sepa ahí nadie ha dicho nada. Pero lo peor no es eso, lo peor es que a las mujeres que quieren entrar en el ejército, no se les deja llevar tatuajes ya que cuando “vistan faldas” estos quedarán a la vista. Andan revueltos en el ministerio para intentar dar una solución a una medida tan discriminatoria y casposa, que recuerda tiempos que parecían olvidados.

Lo más gracioso, lo más irónico, es que esta chica iba a acceder a la plaza de psicóloga militar, con la faltita que les hace. ¿O no ha quedado claro?

Y es que a veces tenemos la piel tan fina, que  hasta las cosas más simples nos hacen alarmarnos. Esa misma piel que, por culpa de la moda, nos hemos propuesto mancillar. 

JL Pinto

El tatuaje de Carlitos

Imagino que a estas alturas de la película – aunque todo es más real que la canícula en la que estamos atrapados- todo el mundo tiene claro cómo se “fabrica” un político que pretenda vivir de/a costa de eso. Al menos en los grandes e influyentes partidos. El chico o chica debe enrolarse en las bases del partido, para “aprender” desde abajo. En cuanto comience a destacar un pelo, al margen de buscarse “padrino” – que nadie haga juegos de palabras-, deberá estudiar, sí o sí, derecho y si es posible económicas. Si a lo largo de este proceso, y gracias a sus demostradas dotes políticas – padrino-  a pesar de su juventud, aparece ya en alguna lista electoral o logra cargos de relevancia en el partido, de manera automática se le inscribe en uno o varios master, por supuesto  en un centro de prestigio. ¡Ah!, lo olvidaba, y si el centro es afín o mantiene buenos lazos con el partido en cuestión, tanto mejor. Que la joven promesa no tiene tiempo de acudir a clase, no importa. No hace falta. Llegado el momento, y a la vista está – o al menos lo ha estado hasta ahora – todo se arreglará, y sus brillantes titulaciones expres aparecerán en ese brillante currículo que por lo que se ve hay que tener para ser alguien en política.

Que digo yo que este mismo proceso se podría aplicar a otras profesiones o ambiciones personales. Mi vecino Carlos, que tiene una imaginación cervantesca y más arte que la capilla Sixtina, tiene un niño, Carlitos, que juega al fútbol, según él, como las grandes figuras. Solo hay un pequeño matiz, y es que Carlitos tiene cinco años. Pero así se empieza, desde muy pequeño. De momento ya está inscrito en una escuela de fútbol de nivel, en la que trabaja como monitor su cuñado Pedro –padrino-. El niño tiene la carrera encauzada, y como han descubierto que le pega a la pelota de sueño, con las dos piernas, de premio ya le han hecho su primer tatuaje en el brazo derecho- para ir creando currículo- . Como mola. Y tiene pedida cita en el tatoo para la semana próxima. Si pasa de nivel le tatuaran sus iniciales en el cuello, como las grandes estrellas. Aquí hay futuro. A cadete llegará con los dos brazos como Sergio Ramos.

Ese Carlitos, ¡oe! Pedazo de pelotero.

 Jl Pinto

El suicidio de la paloma

Andan las aves revueltas. Una de sus colegas más queridas, la paloma, la blanca paloma de la paz, la del ramito de olivo en el pico, anda deprimida, de tristeza, de decepción, de rabia. Ya no quiere representar un símbolo tan especial, tan mágico, por el que tanta sangre se ha derramado a lo largo de la historia. Si nuestro paisano Pablo Picasso levantase la cabeza se moría de nuevo con su querida paloma.

¿Y por qué tanto descorazonamiento?

Muy fácil. Resulta que la paloma, la blanca paloma de la paz, se ha enterado que el señor Donald Trump va a ser propuesto para el premio Nobel de la Paz. Sí, ese mismo señor que no dudó en prohibir la entrada de musulmanes, sin ningún tipo de justificación, en su país, algo que estuvo a punto de desestabilizar todo el planeta.

Ese mismo que más tarde jugaba a pulsar el botón rojo con los coreanos del norte, o que se echa pulsos estúpidos, inútiles, con el señor Putin, o con cualquier otro presidente del mundo a quien quiera provocar en un momento determinado.

Ese mismo que no ha dudado en reconocer Jerusalén como capital del estado de Israel aun sabiendo las consecuencias que iba a acarrear. Ese mismo ser, misógino, racista y narcisista que está totalmente a favor de las armas, porque según él, es la mejor forma de garantizarse la libertad individual, al más puro estilo del oeste americano del siglo dieciocho.

Claro que la paloma de la paz está deprimida, al borde del suicidio. Yo también lo estaría.

Pero no sufras paloma. La propuesta viene de manos de unos cuantos congresistas de su propio partido, o sea, de una panda de extremistas ultraconservadores de la misma catadura que su jefe. Espero de todo corazón que la propuesta no vaya para adelante.

Si ese hombre que le dijo a Hillary Clinton que “si no era capaz de satisfacer a su marido cómo iba a satisfacer a América”, es premiado con el Nobel de la Paz, en ese momento se habrá acabado el respeto y la decencia en el mundo.

No me extraña que la blanca paloma de la paz ande al borde del suicidio.

JL Pinto

Yo no quiero ser de la manada

A ver chicos – lo de chicos es por el sexo, nada que ver con la edad de cada uno- y esto va dirigido a todos los de edad de saber leer en adelante. Ahí va un toque de atención, muy serio en este caso. No se me dispersen por favor.

¿Se han enterado ustedes de la sentencia que se dictó ayer sobre el caso de la famosa “manada”? Sí, ¿no? Nueve años –aunque la sentencia está recurrida por parte y parte-, que por cierto no han contentado a nadie. Al margen de la sentencia en sí, y de que considero que hay que revisar muchas leyes de este país nuestro, especialmente las relativas a las que tienen que ver con todo tipo de violencia de género y por supuesto de sexo, quiero centrarme en la postura de nosotros, los hombres, en este asunto.

Hay opiniones para todos los gustos, que si los jueces y abogados no se ponen de acuerdo, nosotros, los de a pie, no íbamos a ser menos, pero por encima de todo están los valores, la educación y la decencia misma.

A ver si nos enteramos de una vez, y esta para siempre, que la mujer no es el juguete masculino de la creación. A ver si nos enteramos de una vez que esa chica o esa señora, tan guapa, tan vestida como a ella le sale de sus narices –que para muchos es pura provocación – no está ahí para nuestro uso y disfrute. Y eso se les hace a muchos, muy, pero que muy largo.
Insisto en no entrar a valorar, por ahora porque hay recursos interpuestos, si la sentencia es o no justa, excesiva o corta, pero si cuanto menos que discutir la lectura que sobre la misma han hecho los que imparten justicia, los que interpretan las leyes.
Que los magistrados dicen reconocer, textualmente, “que no hubo consentimiento por parte de la víctima”.
¡Ya está! ¡Ahí se debería acabar la argumentación! Así debería ser, porque lo que continua, a partir de ahora es una aberración, una vergüenza. Literalmente de nuevo: “los acusados no utilizaron la violencia suficiente que requiere el delito”. Me resulta penoso, increíble, fuera de todo sentido común. Pero parece ser que así está escrita la ley.

Pues si está escrita se cambia, y si no se puede cambiar se rompen las reglas del juego. Pero lo que no puede ser es que se alegue que durante el abuso no se dio suficiente caña como para considerarlo violación. Quizás habría que hacerles probar a estos señores letrados la medicina y hacerles vivir la «experiencia». A ver que opinaban después.
Machotes.

JL Pinto

Cristina de España

¡Ay Cristina!, parece mentira que en julio cumplas 54 años. Sí, 54 añazos. Cualquiera lo diría. Y, ¡que inocente! No sé si tú o nosotros. Me refiero a lo de inocente.

 He oído tus palabras de dimisión de esta mañana. He mirado tus ojos. Y me ha dado pena lo que he visto. Realmente, y lo digo de corazón, me pareces una política auténtica, fajadora, feminista –dentro de lo que los hombres hemos estamos empezando a aprender a tolerar como para aceptarlo sin que nos duela el orgullo-, rubia – no tonta- y con carácter para gobernar una comunidad tan complicada  – por culpa, entre otros, de los de tu propio partido – como es la madrileña.

Y ahí estabas esta mañana, rabiosa, fastidiada, humillada, pero sin romperte. Que narices. Si eres capaz de que te fabriquen un master y de que te saquen un muerto del armario – dichosa cinta con lo del hurto de las cremitas- y recomponerte, eres capaz de cualquier cosa. Ahí les duele a los tuyos. Ahí está lo peligroso del asunto.

No defiendo para nada lo que has hecho, lo que han hecho tantos y tantos “abusones de cargos” de este país, pero no puedo dejar de reconocer que tienes más bulto entre las piernas que el “soso” de tu presidente- menudo chollo el de don Mariano con tanta zancadilla dentro de tu partido- . Y aún y así, todavía tienes narices para decir que dimites para no permitir que la izquierda más extremista -¡que viene el lobo! – gobierne la comunidad que presidias.

Tiene narices lo tuyo, y perdona que me repita. No entiendo, ni conozco – ni mucho menos me interesa – conocer vuestras consignas internas, pero después de todo lo acaecido me huele más mal que regular tu postura y la de tu partido en todo este asunto.

Estaremos pendientes a ver a donde finaliza tu dimisión.A la espera estoy de ver el cadáver de algún enemigo pasar por la puerta de tu casa. Que es la mía, vamos, la nuestra, la de todos los españoles. Si no, al tiempo.

 

JL Pinto.

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