Lo que estaba claro que iba a suceder ya ha ocurrido: nuestro Presidente del Gobierno, a punto de pasar a «ex», ha anunciado adelanto electoral. Realmente es lo mejor que podía ocurrir. Lo digo entre otras razones por la salud del hombre ,entre los unos, los otros y los propios, estaba cada día mas desmejorado. Y es que no se puede ir contracorriente cuando estás gobernando pendiendo de un hilo. Pactos les llaman unos, chantaje lo llamo yo. Nada que ver, su aspecto digo, con el que nuestra reina luce estos días en su visita a Marruecos: figura, finura y elegancia a raudales. Dicen que ha recuperado de su armario el vestido de pedida que lució hace quince años ¡Qué barbaridad! Es que el tiempo no pasa por ella. Perdón, me reconduzco. Es que la noticia, aparecida en numerosos medios, me ha parecido de gran relevancia, de primer orden…
¿Y ahora qué? Otra vez a oír las promesas electorales, originales unas veces, añejas otras y casposas de nuevo cuño, durante todo el tiempo que dure la campaña de las disputas. Porque en eso es en lo que se ha convertido el patio electoral español, en un campo de batalla con sus heridos y sus cadáveres (políticos, claro). Y al final casi nunca quedan vencedores sino, como en cualquier guerra que se precie, solo supervivientes. El día de la victoria todo el mundo estará exultante, y al día siguiente todo volverá a ser como siempre: promesas que comienzan a quedarse en el camino cuando todavía sobrevuelan los papelillos y confetis lanzados en las celebraciones de la denominada noche más larga.
Esta vez, cuando vaya a ejercer mi derecho y deber de votar voy a hacerlo a aquel partido que tenga las narices de presentar un modelo contrato en el que se comprometa a cumplir todas las promesas que vayan desgranando en mítines y discursos que suelen hacer casi siempre ante forofos enloquecidos, comprometidos con todo lo que aparezca en sus fantasiosos y a casi siempre engordados programas electorales.
Y es que uno ya tiene unos años, ha votado muchísimas veces y está harto, pero harto, de que se le tome el pelo elecciones tras elecciones. Si no hay contrato, no hay voto.
JL Pinto