Responde el diccionario de la RAE, cuando se le pregunta por la definición de la palabra “señorío”, que es “ la dignidad de señor; la gravedad y mesura en el porte y en las acciones”, o también “dominio y libertad de obrar sujetando las pasiones a la razón”.
Y uno observa con estupor como nuestros parlamentarios se denominan entre sí “señorías”, pero sin embargo con cada vez más frecuencia dejan de actuar como tales.
A ellos y ellas me dirijo.
Ustedes no tienen el menor pudor en insultarse,mentirse, menos preciarse u odiarse, eso sí, sin olvidar de llamarse previamente, “señoría”.
Ustedes son expertos en decir medias verdades, cuando no mentiras directamente, sin pestañear y llevar su corporativismo partidista, cada uno el del suyo, hasta llegar a lo irrazonable.
Ustedes derraman en muchas ocasiones odio, sí odio, logrando tensionar a una sociedad que los observa con estupefacción y a la que, en muchos casos, terminan peligrosamente por contagiar.
Ustedes se olvidan continuamente que están ahí para proteger, servir y defender a una sociedad que les da su sitio. Siempre.
Ustedes rebajan la política al grado de “barriobajeo”, para después salir estupendos en esas fantásticas fotos, rodeados habitualmente de palmeros de ocasión.
Ustedes son los culpables de que cada vez menos personas, muchos de ellos muy jóvenes – lo cuál no deja de ser un peligro para cualquier país– dejen de creer en las instituciones, esas por la que lucharon, y en muchos casos murieron, nuestros antepasados.
Por todo lo expuesto, ustedes, perdonen que se los diga, no son “señorías”.
JL Pinto