Cuando uno tiene una edad que ya ni para peinar canas, no le supone ningún sobresalto leer u oír determinadas cuestiones, sobre todo las relativas a la vida política -porque, por si alguien no lo sabe, hay más vida que la política. Pues eso, que nos andan todo el día intoxicando con esto o aquello, que dicen que a dicho no se quién, no se sabe dónde, ni el por qué. Pero lo han dicho.
El caso es que acto seguido muchísima gente comienza a indignarse y por supuesto a darle pábulo a todo lo que oyen o leen. Por ejemplo, ahora toca enfrentarnos por determinados programas de televisión, dicen que de entretenimiento, de una de una de televisión contra otra. Que si “La Revuelta”, que si “El Hormiguero”, que si la señora madre que los parió. O sea, que dejan claro que hay que verlos, sí o sí, y por supuesto, tomar parte. Ser de uno u otro. Es que si no es así es como si no existieras. Como en política. Exactamente lo mismo.
Y los programas de opinión, de mañana, tarde y noche, con tertulias infinitas. Con tertulianos de ocasión, eso sí, con buenos cheques a cambio de sus opiniones, muchísimas veces por no decir que siempre, interesadas.
¿ Y qué pasa si a uno se la trae al pairo los unos y los otros? ¿Qué sucede si no te dejas manipular y no permites que te distorsionen la vida? ¿Qué pasa si uno decide estar libre de opiniones manipuladas y de prejuicios sociales impostados? ¿Qué pasa si uno intenta, pone su granito de arena para que sus semejantes no sean tratados como marionetas? Se los digo yo: no vale para nada. Nada. Una pérdida de tiempo.
Lo más triste es que he tenido que esperar a no tener ni cabellos que peinar para decir ¡basta! y mandar a la mierda toda esta basura.
Están convencidos de que no sabemos pensar por nosotros mismos. A lo peor llevan razón.
Y de verdad somos unos idiotas.
Jl Pinto