Más de quince horas sin energía – seis de ellas en completa oscuridad– , dan para pensar, y mucho.
Uno que se dedica al viejo oficio de contar ideas, pensamientos o en ocasiones simplemente historias inventadas, dejó volar ese mundo intangible que llamamos imaginación –y que por cierto no necesita de energía alguna para realizar largos y duraderos vuelos– .
Toda España estaba sin energía. Ni una bombillita encendida.
Cinco segundos bastaron para que toda la historia del avance de la humanidad quedara a la altura de las cavernas. Eso sí, sentados en mullidos sofás o cómodos sillones en lugar de las duras y frías rocas de una cueva. Pero por lo demás, todo lo mismo. Si hacía frío, pues frío, y si era calor, pues calor.
En un instante nos sentimos vulnerables, desprotegidos. Estafados. Miedo.
Ahí estaba la ventana negra del televisor. En silencio . No daba opciones a asomarte al mundo inquieto y vertiginoso que nos muestra cada día. Ahí estaban los electrodomésticos en forzado reposo mientras me rebanaba una buena hogaza de pan y le ponía un buen trozo de chorizo, que no estaba el “horno”, nunca mejor dicho, para dietas.
Para colmo, y por falta de uso, mi viejo transistor a pilas, no funcionaba. Horror, estaba aislado del mundo.
¿Que hacía? Ya sé, me iría a mi coche, allí podría oír las noticias. Nada. No podía acceder al garaje. Hasta que llegase un técnico los coches estarían encerrados detrás de una puerta…eléctrica. Opté por sentarme en la terraza para ver de cuando en cuando las luces de los coches, pocos, al pasar. Y nada más. Todo oscuridad.
Debo reconocer que, al margen de las molestias que sentía por la inesperada ausencia de las comodidades a que estamos habituados, había cierto toque melancólico en la oscuridad de la noche. ¡Pude ver estrellas! La luna era mas luna, y la noche era más noche. Negra, pero negra de verdad, como no la veía desde mi niñez cuando día sí y día también se iba la “corriente” de manera cotidiana. Eran otros tiempos de “plomillos” en la casa, nada de magnetotérmicos diferenciales, nada de “oscilación de flujo de potencia”.
Intenté leer un poco a la luz mortecina de una vela. Que sí, que muy romántico, pero al poco los ojos me lagrimeaban con un llanto ya olvidado de aquellas horas de tanto estudio.
Total que decidí irme a dormir. Mañana sería otro día. Quizás al despertar todo hubiese sido un mal sueño.
Y no, esta mañana ya estaban las acusaciones entre nuestros políticos y el demoledor dato de las cifras que mueven las compañías eléctricas: más de 125.000 millones de facturación y de 9.000 millones de beneficios. Hay es nada.
Y sin embargo en cinco segundos….
JL Pinto