Venga, arriba ¡que es España!, la que comienza en los Pirineos y hace frontera con Portugal y Marruecos. La de la eterna crítica, desde dentro, pero la añorada y nostálgica cuando apenas nos hemos separado unos kilómetros o unos días de ella.
España angosta y frondosa. La de los calores y fríos pasajeros y la de primavera eterna. De poetas y pescadores. De críticos y habladores. De incansables luchadores. De gentes siempre generosas y abiertas. La que a todos nos asombra con su capacidad de regeneración, como cualquier ciclo vital de la naturaleza. España viva. España nuestra.
Pero España está enferma. De la indiferencia de algunos, del maltrato de muchos otros, pero sobre todo de rabia… Rabia de ver lo que podemos ser y lo que, por desgracia, nos empeñamos una y otra vez en impedir. España nos pide auxilio con cara afligida, de pena. Un trozo de su alma quiere separarse de ella. Resquebrajar su anciano, aunque fuerte, cuerpo y romper sus cimientos históricos, prehistóricos, desde el principio de los tiempos.
La sin razón de unos pocos la tienen entristecida. España no se merece este trato. Todo lo debemos por ella. Por los que estamos aquí, ahora, por los que ya no están entre nosotros. Por los que derramaron su sangre defendiéndola, desde los anales de la historia. Por los que se marcharon y nunca volvieron, por los que sí regresaron para luego morir en ella.
A los que no quieren ser España hay que convencerles con argumentos, con la reflexión…hasta donde se pueda. Pero a España hemos del salvarla antes que se muera.
Vamos, arriba, ¡que es España la que está enferma!
J.L. Pinto