Se llamaba Arnaud Bertrame y no cumplirá nunca los 45 años. Yo no le conocía de nada, pero ahora lo siento como si fuese de mi familia. Siempre he creído en las personas, y cuando era pequeño en los héroes. Después todo eso quedó en la extraviada memoria de la infancia. Hoy vuelvo a creer en ellos.
Esta madrugada,más o menos a las seis, hora francesa, hora española, hora triste para el mundo entero – el mundo decente al menos – , falleció este teniente coronel de la gendarmería francesa que ayer se ofreció como rehén para liberar a los que – una vez más –un loco extremista tenía retenidos desde hacía horas. Todas las vidas que se pierden son un desastre, un drama, pero cuando se producen bajo estas circunstancias, la consternación nos invade, al menos a mi ¡Es que si eres policía ese riesgo va con el sueldo! No, ese riesgo va en las narices, en el coraje, con la verdadera vocación de las personas.
La situación era límite y aquello no era una película de Denzel Washington, no, era la triste, cruel y dura realidad, y el hecho de llevar además un teléfono abierto, algo que fue determinante para poder acabar con la pesadilla, seguramente le ha costado la vida. Con el sueldo no va entregarte para que, seguramente, te acaben descerrajando tres o cuatro disparos, como ha ocurrido en esta ocasión. El buenismo y el colegueo con desenlace de “¡enga, dame un abrazo y no lo hagas mas!”, eso solo queda para el celuloide. La vida es esto: un fulano que no duda en llevarte por delante en nombre de un dios.
Me viene a la memoria, por cercano en el tiempo, nuestro paisano, Ignacio Echevarría, aquel gallego de 39 años que no dudó en enfrentarse a los terroristas en el atentado de junio del año pasado en Londres. También lo pagó con su vida. Seguramente no lo recuerdan. Es normal. La vida sigue.
Su familia no lo olvidará nunca. Es normal, la vida intenta detenerse en estos casos. Pero no, al final sigue. Menos mal, si no sería el infierno.
Ayer Louis Hamilton ganó la primera pole del año. Comienza la F1. La vida sigue.
J.L. Pinto