Viene a cuento este título por el revuelo producido hace unos días por los comentarios vertidos por el juez de menores, Emilio Calatayud, persona fiable donde las haya y nada sospechoso de buscar grandes titulares ni fama gratuita. Ni los busca, ni los necesita.
Son conocidas sus sentencias ejemplarizantes con los menores, todas ellas rehabilitadoras (servicios a la comunidad la mayoría de ellas), haciendo un uso de la justicia bastante peculiar. Como peculiares, cuanto menos, fueron las declaraciones de hace unos días en el programa “La mañana”, de la 1, cuando, en pleno debate sobre la muerte de Celia Fuentes, influencer en las redes sociales, regaló a los presentes y a la audiencia con la frase – eso sí, pidió disculpas previamente por el comentario que iba a lanzar- : “Las niñas se hacen a veces fotos como putas”.
El revuelo que se organizó fue instantáneo. Las redes ardían sobre críticas y denuncias por la dichosa frase. Si uno no saca de contexto esa frase, hasta llegaría a comprenderla. Me explico. Si uno dice de pronto: “A veces las niñas se hacen fotos que parecen putas”, no le ve, al menos a mí así me lo parece, nada extraño. Es que es cierto, a veces veo a las niñas hacerse fotos, cuya gestualidad, miradas y poses, es lo que parecen. Y si lo vemos, tenemos la obligación de corregirlo.
Pero una cosa es decir esa frase en tono coloquial, hablando en casa, incluso riñendo a un hijo, y otra decirlo al hilo de una denuncia por violación o abuso sexual. En ese caso se está cayendo en la trampa, añeja por cierto, de que una violación, o un abuso sexual, en muchos casos vienen precedidos por una provocación anterior.
Entiendo que el bueno de don Emilio no pretendía nada de esto, máxime una persona con su historial y su vocación, pero quizás, la continua cercanía, día sí y día también, con los problemas de los menores, le hacen utilizar un lenguaje y adoptar unas posturas que parecen impropias de un juez. Algo que se le ha criticado y se le está criticando hasta la saciedad. Yo también me uno a esa crítica, pero, en consideración a su trayectoria, la rebajo a un “comentario muy desafortunado”, realizado en un programa de televisión, donde la audiencia es muy dispar y por lo tanto con un público heterogéneo.
Él, el juez, acostumbrado a dar charlas donde utiliza un lenguaje llano y directo, donde suele hacer comentarios de este tipo que a nadie asustan, creo que ha caído en la trampa de la falta de perspectiva.
No es lo mismo expresarse ante un público que ha venido a escucharle hablar de un tema concreto, y que por lo tanto acude a una cita abierto a oír su punto de vista, que intervenir en una conversación en un programa televisivo. Creo que ahí está el quid de la cuestión. Creo que hay pocas personas públicas en España que hablen con la claridad que lo hace este juez, y además en su trabajo, no en shows televisivos. Probablemente, si reproduzco alguna de sus frases lo podrán entender mejor. He aquí algunas muestras:
“…A mí no me pueden obligar a tener en casa a un niño de 18 años que me hace la vida imposible”
«…En función de la edad que tienen, se pueden acostar con quien quieran pero no pueden comprar tabaco…”
“… Yo no soy amigo de mis hijos, soy su padre. Si fuese su amigo lo estaría dejando huérfano…”
En fin, muchas veces nos quedamos en la expresión del mensaje, y no en su verdadero contenido. A veces nos pierde la mojigatería de lo absurdo.
J.L. Pinto