Ayer vi a un amigo llorar. Y no es el hecho de verle llorar lo que me traspaso el alma y me hizo quebrarme a mi también, no, eso es fácil de asimilar. Lo que me produzco esa sensación amarga, inesperada – sin ser sin embargo sorpresiva- es verlo hacer a alguien curtido en mil batallas, con la entereza – demostrada en muchísimas situaciones difíciles- del hombre que se viste por los pies, demostrando ser un ser humano tan alto como las gotas de lluvia de la mas alta de las nubes. Así es mi amigo.
Y no lo vi yo solo. Lo vio muchísima gente, muchos amigos.
Su rostro, demudado, era la expresión de la decepción consumada que llevamos todos por dentro, y él, ayer, una vez más, esta vez para la tristeza, se hizo embajador de todo el malagueñismo. Podemos estar todos seguros –sus amigos, los de verdad- que en esas lágrimas iba parte de todos nosotros, a los que nos lleva en el corazón.
Gracias Paco, y no te preocupes que vendrán tiempos mejores. Y nosotros, tus amigos, estaremos a tu lado para apoyarte en todo momento.
¡Viva Málaga! Nunca seremos ciudad de segunda.
Algo se murió en mi alma cuando ví a mi amigo llorar.
(Con todo mi cariño a Paco Martín Aguilar, consejero del MALAGA CF)