Nuestra Semana Santa nos presenta escenas absolutamente insólitas, algunas de ellas cargadas de verdadero simbolismo, al menos desde mi punto de vista.
Sucedió ayer. La noche se mostraba cómplice con los brillantes y fervorosos cortejos procesionales de Lunes Santo malagueño. La ciudad se mostraba más acogedora que nunca, tanto, que apenas cabían más personas en el recorrido oficial; eso sin entrar a valorar las riadas humanas que transitaban por el casco histórico a la “caza” de cualquiera de las cofradías que serpenteaban por sus calles.
Y en medio de aquel “bulle bulle” humano, entre las sillas más cercanas al paso procesional, emergió de pronto un simpático globo emulando la figura de la mundialmente conocida “Peppa Pig”, delicia de los más pequeños de todo el planeta. Estaba claro que no se quería perder lo que allí sucedía.
Lo que al principio me pareció una imagen impostada en medio de tanto penitente, tanto cirio y nubes de incienso, me dejó vislumbrar lo que realmente sucedía: una niña pequeña miraba absorta el transitar de los nazarenos, tocándoles tímidamente las túnicas, con curiosidad y cierta dosis de respeto, como si de verdaderos dioses se trataran, mientras se olvidaba de sostener en sus manos su globo. Sus padres, precavidos, lo habían atado de la cuerda que lo sujetaba a la silla donde la pequeña se encontraba sentada y procuraban ocultarlo a la vista del respetable, tirando de él hacia abajo. Pero “Peppa” continuaba ahí, asomando una y otra vez, queriendo unirse al momento que disfrutaba su amiguita.
Y ahí estaban las dos: la pequeña y “Peppa” compartiendo un presumible sueño: portando uno de aquellos majestuosos cirios vistiendo la túnica de nazareno. Penitentes de la Semana Santa de Málaga.