Señor Carlos Puigdemont,
Dada la respuesta que ha tenido usted a bien remitirle a nuestro gobierno y sus rocambolescas peticiones, la primera, que se deje de oprimir al pueblo catalán, para acto seguido solicitar dos meses de plazo al legítimo y democrático gobierno español para dialogar, de español a español (aunque le pese), le voy a decir varias cosas: -No sé por qué pide que se deje de oprimir al pueblo catalán cuando, desde que existe la democracia en España, JAMAS HA SIDO OPRIMIDO.
Todo lo contrario a lo que ha estado sucediendo en su “paraíso” catalán durante los últimos años, donde ustedes, los independentistas, han estado campando a sus anchas gracias a los chantajes políticos a que ha estado sometido el gobierno de España. Ustedes sí saben sobradamente lo que es OPRIMIR y HOSTIGAR:
-A los organismos judiciales catalanes
-A las fuerzas de seguridad del estado que, cumpliendo órdenes judiciales, actuaban para que no se cometieran delitos e imperase la ley. Esa ley que ustedes se han saltado y se saltan cada vez que les da la gana amparándose en la soberana decisión de pueblo catalán.
– A los niños y jóvenes en escuelas, institutos y facultades con tratamientos propios de fascistas y xenófobos por parte de profesores, contagiando en muchos casos a la propia comunidad estudiantil y sus familias. No sé cómo no se les cae la cara de vergüenza.
-A los ciudadanos catalanes, sus vecinos, que no están de acuerdo con una Cataluña separada del resto de España, a los que tienen cohibidos y hostigados desde hace años, y en general a todos aquellos que no piensan como ustedes.
Señor Puigdemont y su entorno, en las últimas fechas se han quitado ustedes definitivamente la careta y han demostrado ser unos peligrosos extremistas, cuando lo que han pretendido, y a veces conseguido, es la de dar la imagen de unos políticos “estupendos”, grandes demócratas” y “progresistas” de vocación.
Yo les voy a decir lo que verdaderamente son: unos políticos xenófobos que promueven su “indiscutible superioridad” sobre el resto de pueblos de España y sobre los que no opinen como lo hacen ustedes.
La única democracia que entienden es la que imponen ustedes (véase el esperpento de votaciones del pasado día 01 de octubre); su progresismo es solo de salón, de cara a la galería.
Cada vez que se les habla de urnas y de elecciones de verdad, miran ustedes para otro lado. “Lo que teníamos que votar, ya lo hemos votado” repiten con una cantinela repetitiva. Imagino que se refieren a esos votos realizados de manera irregular, en la calle, sin control, ni censo. Totalmente ilegal.
Y ahora viene lo más grave de todo: en todo momento se han olvidado ustedes de que más de la mitad de los catalanes no quieren dejar de ser españoles ni europeos. Pero a eso a ustedes les da exactamente lo mismo. ¿Qué piensan hacer con ellos? ¿Van a tenerlos secuestrados o aún más oprimidos? ¿De verdad creen que el resto de españoles lo vamos a permitir? ¿No se dan cuenta ustedes que les falta muchísimo recorrido y preparación, para llegar a esa mayoría real, soñada, para alcanzar “su independencia”?
Pero tengo que estarle agradecido por algunas cuestiones. Gracias a su comportamiento de las últimas semanas, los españoles nos hemos dado cuenta que lo habíamos confiado todo en manos de nuestros políticos y no estábamos equivocando. Nosotros también tenemos voz en todo esto. Gracias. Nos hemos dado cuenta de la cantidad tan enorme de empresas instaladas en Cataluña, muchas de ellas beneficiadas, y con el pase de los propios gobiernos nacionales de turno.
Muchas veces nutriéndose de mano de obra de otros puntos de España. Está claro que tenemos que luchar porque esas y nuevas empresas se instalen en otras de las muchas y singulares – que no superiores – regiones de España.
Ahora lo vemos claro. Gracias. Gracias a sus ansias independentistas nos hemos dado cuenta el menosprecio real que sienten ante todo lo español y todos los españoles, quedándose anclado en la época de la represión franquista como políticos rencorosos y sintiéndose una raza superior a los “ atrasados españoles”. Gracias.
Por todo lo anterior y por hacerme ver que la mitad de ustedes realmente no merecen ser españoles, gracias. Muchas gracias. Si por mí fuera no tenían que pedir ustedes la independencia, ya se las daba yo directamente. Ahí tienen ustedes los Pirineos. Construyan ahí su país, pero con el nuestro no se quedan.
Señor Puigdemont, estoy con usted en que hay que dialogar. Pero primero, abrace de nuevo usted la Constitución y la ley a la que prometió su cargo. Todo lo demás no vale para nada.
Palabra de español. Y muy cabreado. A su entera disposición.
J.L. Pinto